Sumida en medio de mis propios pensamientos alcancé a susurrar unas palabras. No sé ni cómo se me ocurrió eso ni cómo me atreví a decirlo tan descaradamente. Fue algo totalmente inconsciente pero me salió del alma de forma espontánea y muy natural. Dije sin apenas titubear: “quiero hacerme la dormida y que tú juegues con mi ropa y con las caricias, pero nervioso, con miedo a que me despierte”. Rafa me miró sin inmutarse, como si no le sorprendiese dicha respuesta y me echó una mirada como confirmando que me entendía perfectamente, que sabía exactamente lo que le estaba pidiendo y que sabría dármelo.
No me cabe la menor duda que las dos experiencias de hacerme la dormida con Edu habían calado muy hondo en mi subconsciente y era algo que no conseguía quitarme de la cabeza. Que demostrase tanta sinceridad respecto a este tema tan vergonzante me desconcertó a mi misma pero, muy dentro de mí, sabía que anhelaba volver a repetir esa experiencia aunque fuese con un sustituto, aunque no fuese con Edu. En cierta manera, Rafa también me gustaba mucho y llevaba tres semanas captando mi atención y mi interés de forma alarmante, por lo que supongo que mi subconsciente dijo esa frase intencionadamente. Se abría ante mí una noche memorable que iba a cambiar mucho mi vida desde entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario