El diario de Noa: Capítulo 93º

Fue un momento que se me nubló la mente, porque notar esa erección en su pantalón me hizo traer a la memoria dos imágenes indelebles de mi mente. Una era obvia, el momento que Graciela acarició por encima del pantalón la entrepierna de Edu, y la otra el día que miré a Rafa acariciar gozosamente su pene erecto mientras yo le miraba anonada a una distancia corta. Estos dos pensamientos me hicieron bloquearme un poco y me quedé un poco descolocada y baja de defensas, incluso me obligué a no pensar en ninguna de las dos cosas. Pero ya era tarde, Rafa aprovechó mi momento de debilidad para irme empujando poco a poco hacía la habitación de siempre y yo, aunque opuse algo de resistencia, no pude pararle porque no dejaba de pensar en esas dos imágenes que bombardeaban mi mente. Estaba excitada, alterada y con una gran agitación, a todo esto se le suma el subidón adrenalítico del juego y el cocktail era ya bestial. Rafa me tiró un poco violentamente encima de la cama y me dijo totalmente extasiado: “Joder, pero que buena estás, me vuelves loco y te lo voy a demostrar”.

Antes de que me diese cuenta tenía su boca en mi cuello, al cual empezó a dar chupetones, primero en un lado y luego en otro. El ímpetu de su acción me agradó y me relajé para disfrutarlo, lo cual no debió gustarle pues enseguida me recriminó: “Sigue defendiéndote, sigue resistiéndote”. Al parecer lo que le ponía es que yo forcejease todo el rato y aunque me parecía un poco absurdo (pues ambos estábamos disfrutando de ello) lo hice, aunque un poco mecánica y desganadamente. Rafa no paraba de besarme y pronto empezó a tocarme los pechos por encima de la camisa. No lo hizo con suavidad y tacto como otras veces, al contrario, lo hizo con brusquedad, ansia y ritmo frenético, como si la vida le fuese en ello. En un determinado momento me susurró al oído: “Un segundo, ahora vengo” y salió de la habitación antes de que yo pudiera decir nada. Volvió al cabo de unos segundos con la bolsa de la que antes había sacado la camisa. Me sonrió y sacó un bonito y elegante pañuelo de chica. Inmediatamente pensé: “Qué bien, lo de tener vendada los ojos siempre produce mucho más morbo e interés”. Estaba totalmente equivocada.

Todo se desarrolló muy rápido y casi sin que me diera tiempo en reparar en nada, pues estaba convencida que el pañuelo era para vendarme los ojos como las otras veces, pero ante mi impasibilidad y perplejidad Rafa no lo usó para eso, sino que me cogió de ambas muñecas y me estiró los brazos, anudando mis manos con el pañuelo a la cabecera de la cama. No sé que me irritó más, que lo hiciera él o que yo fuese tan tonta y sumisa de decirle que no lo hiciera. Pues no dije ni una sola palabra, solo le observé anonadada y desconcertaba mientras me anudaba. Como si aquello no fuese conmigo. Y sí que iba conmigo, y es algo que si me hubiera dejado pensarlo solo un segundo me hubiese negado en redondo, porque esas cosas no iban conmigo en absoluto. Fui una tonta, me comporté como una tonta sumisa y condescendiente mientras él me anudó al cabecero. Cuando quise por fin reaccionar ya era tarde y estaba totalmente inmovilizada. Eso no me gustaba nada. Eso saltaba las reglas de la fantasía de que fuese light como siempre. Rafa debió percibir mi enfado en mis ojos pues enseguida me susurró: “Tranquila, no pasa nada, solo es para darle un poco más de morbo al asunto. Seguro que te gustará. Estate tranquila”.

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