Por un momento, en plena fiebre adrenalítica causada por la excitación del momento, temí que se atreviera a desabrocharme un poco la camisa, pues jugaba mucho dibujando con su dedo contornos alrededor de cada botón. Me debió pasar por cada botón por lo menos una docena de veces, pero nunca se hubo el menor indicio de querer desabrochar ninguno. Lo que no pudo controlar, desde luego, llevado supongo por el deseo jugar tanto con mi camisa que empezó a tirar de ella.
Yo llevaba la camisa metida por dentro del vaquero y Edu, al igual que un niño pequeño entreteniéndose con un juguete, empezó a tirar de ella hacía fuera. Yo lo noté todo perfectamente, noté con gran inseguridad y expectación cómo la camisa fue desprendiéndose poco a poco del vaquero. Todo ese proceso fue una eternidad, no sé cuánto tardó, pero a mí se me hizo largísimo. Yo solo notaba como se desprendía un poco más, y un poco más, y me preguntaba cómo se podía tardar tanto en sacarla del todo por fuera del vaquero. Una auténtica eternidad. Esa sensación y recuerdo de irla sacando poco a poco hasta que se desprendió del todo del vaquero es algo que jamás he vuelto a experimentar. Una de esas sensaciones únicas e irrepetibles que solo se producen una vez en la vida.
Pienso que estan muy cortos, me dejas con ganas de Leer mas!
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