El diario de Noa: capítulo 38º

De pronto, de forma totalmente inesperada, abrió su mano y bajo por mi cuello hasta llegar a mis pechos y, sin darme tiempo a reaccionar, acarició uno de mis pechos con la mano totalmente abierta. Me estremecí. No lo esperaba así de repente y mi primer instinto fue recriminarle. No lo hice. ¿Por qué? No lo sé. Me estaba gustando tanto todo ese rollo fetichista con mi ropa que me pareció una buena compensación que me acariciase las tetas por encima de la camisa. Al ver que no puse resistencia a su manoseo, hizo lo mismo con mi otra teta, y antes de que me diera cuenta tenía sus dos manos completamente abiertas acariciando y manoseando mis tetas por encima de la camisa.

Y, contra todo pronóstico pues era algo que no me había planteado para esa noche, acabó gustándome y excitándome. Eso me desconcertó. Tenía muy claro que no iba a dejar que bajo ningún concepto se sobrepasase con nada y, sin embargo, ahí le estaba dejando que sobara mis pechos porque había conseguido excitarme. Y eso me gustaba. Tenía solo 16 años y era probablemente el momento más sensual y excitante de mi vida hasta ese momento. Mi respiración se aceleró e intenté relajarme disfrutando el momento. Me dejé llevar y saborear esta fantasía que tanto me estaba deleitando.

Como suele pasar, perdí la noción del tiempo y no sé cuántos minutos estuvo acariciando sensual e impulsivamente mis pechos. Solo sé que en esos momentos estaba en la gloria y la fantasía tomaba un tono mucho más subidito de tono y pasional. Lo mismo debió pensar Rafa, pues en ningún momento le note titubear ni dejar de acariciarme. Percibía perfectamente lo mucho que también él estaba disfrutando con este juego y lo estimulante que era para ambos. Era una mezcla de todo: juego sensual, fantasía de hacerme la dormida, curiosidad por todo lo que estaba pasando e incluso un poco de incertidumbre y miedo por lo que podría seguir ocurriendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario