De pronto, de forma totalmente inesperada, abrió su mano y bajo por mi cuello hasta llegar a mis pechos y, sin darme tiempo a reaccionar, acarició uno de mis pechos con la mano totalmente abierta. Me estremecí. No lo esperaba así de repente y mi primer instinto fue recriminarle. No lo hice. ¿Por qué? No lo sé. Me estaba gustando tanto todo ese rollo fetichista con mi ropa que me pareció una buena compensación que me acariciase las tetas por encima de la camisa. Al ver que no puse resistencia a su manoseo, hizo lo mismo con mi otra teta, y antes de que me diera cuenta tenía sus dos manos completamente abiertas acariciando y manoseando mis tetas por encima de la camisa.
Y, contra todo pronóstico pues era algo que no me había planteado para esa noche, acabó gustándome y excitándome. Eso me desconcertó. Tenía muy claro que no iba a dejar que bajo ningún concepto se sobrepasase con nada y, sin embargo, ahí le estaba dejando que sobara mis pechos porque había conseguido excitarme. Y eso me gustaba. Tenía solo 16 años y era probablemente el momento más sensual y excitante de mi vida hasta ese momento. Mi respiración se aceleró e intenté relajarme disfrutando el momento. Me dejé llevar y saborear esta fantasía que tanto me estaba deleitando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario