El diario de Noa: capítulo 59º

Viendo que yo seguía sin decir palabra continuó hablando: “Podrías vestirte de colegiala, eso siempre da mucho morbo y da mucha vida a la fantasía. Sería mucho más morbosa e interesante. A mi me pondría mucho y me encantaría”. Sinceramente apenas le escuché, me empezaba a doler la cabeza de seguir pensando en el tema de Edu y apenas prestaba atención a las palabras de Rafa. Quería irme ya a la cama y acabar ese día. Quería hundir mi cabeza en la almohada y dormirme. Por lo que simplemente le dije a Rafa para cortar la conversación e irme: “bueno, vale, me lo pensaré, ya veremos”. Salí del coche y me fui para mi portal. Al llegar a mi portal ya ni me acordaba de todo lo que me había estado contando. Solo pensaba cosas como “¿Cuánto durará Edu con esta chica?”, “¿Será una relación seria y formal?”, “¿Serán novios de verdad y hasta que punto llegarán en la intimidad?”. Cuanto más pensaba más me dolía la cabeza. Me obligue a no pensar más en ello y a dormirme cuanto antes.

Los siguientes días no disminuyó mi nivel de enfado por lo de la novia de Edu. Bueno, enfado no. Tampoco exageremos. Era malestar, incomodidad y un poco de rabia de no haber tenido la iniciativa en el pasado de haberle pedido salir. Pero me cuestionaba ¿por qué demonios tengo yo que pedirle salir? ¿por qué siendo la chica más guapa e interesante de la pandilla, modestia aparte, tengo que rebajarme a pedirle salir? Además, si él estaba loco por mí, como muy bien demostró esas dos noches en mi casa en la que me hice la dormida ¿por qué entonces no dio él el gran paso? ¿por orgullo? ¿por miedo? Pues si Edu no lo daba, ¿por qué tendría que haberlo dado yo? Por supuesto todas estas preguntas retóricas no me consolaban ni tranquilizaban. Cierto que durante los últimos meses mi aventura fantasiosa con Rafa me había distraído en exceso hasta el punto de olvidarme del todo de Edu. Pero ahora mi obsesión por él volvía con más fuerza que nunca. Puede que ya tuviera 17 años y que había madurado mucho, pero en muchos aspectos seguía siendo la misma niña de 14 años de antes. Con el tema de Edu aún me faltaba mucho por madurar y asimilar.

Todo esto hizo que mi desinterés por Rafa cayese en picado. La maravillosa fantasía que tanto placer, tanto psicológico como físico como morboso, me había dado ya no me estimulaba. Me aburría. Mi mente estaba en otra parte y empecé a sentirme muy distraída tanto en clase como con las amigas y amigos. Yo misma era consciente que era una cuestión de orgullo, o más concretamente de orgullo herido. Porque estaba segura de que si Edu cortaba con esta chica me alegraría, en absoluto intentaría yo nada con él una vez estuviese libre. Era como desear que estuviese siempre sin nadie hasta que llegase el momento de que estuviese yo preparada para afrontar mis sentimientos por él. Es decir, ni comía ni dejaba comer. Era algo raro. Una obsesión. Como si tuviese que esperarme a mí y se tuviera que reservar hasta entonces. ¿Suena extraño? Pues sí, lo era, pero, a mis 17 años repleta de hormonas adolescentes hirviendo alocadas, esto me parecía de lo más coherente y normal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario