El diario de Noa: capítulo 61º

Me dejó en mi casa. Me dirigía a mi portal cuando le oí salir del coche y acercarse. Cada vez se le veía más exaltado y apasionado por la idea, como si fuese un niño. Me dijo: “además no tienes que preocuparte por la ropa, puedes ponerte esa camisa blanca tan preciosa que llevabas el otro día que sería perfecta. Y del resto de la ropa me encargo yo de comprarla. Yo me encargo de todo. Hasta de los calcetines blancos y todo”. No pudo reprimir una sonrisa al verle así de atontado, de contento y de feliz. Yo todavía no le había dicho ni que sí ni que no, y sin embargo él estaba ya planificándolo hasta el último detalle. Era como un niño pequeño. Quien diría que tenía ya casi 19 años por lo inmaduro y pueril que era en este tema. Volví a repetir: “bueno, vale, me lo pensaré. Ya te diré”. Me metí en casa y nada más cerrar la puerta me di cuenta que la ilusión desorbitada y vehemente de Rafa me había hecho de nuevo olvidarme de todo el asunto de Edu. Eso me hizo sonreír de nuevo y al final no me acosté tan descontenta.

Hay que reconocer que la tontorrona fantasía de vestirme de colegiala tenía totalmente atolondrado e impaciente a Rafa. Pues hasta entonces apenas me había llamado nunca ni mandado ningún SMS. Y eso que todavía no le confirmé nada. No le dije ni que sí ni que no. Pero como no se lo negué rotundamente él siguió insistiendo. Y lo cierto es que era contagiosa esa alegría e interés por llevarlo a cabo. A mi me distrajo y me divirtió mucho, y, lo que es más importante, me sacó de la cabeza el tema de Edu y su novia. Rafa se tomo los preparativos preliminares de la fantasía con más ahínco, motivación  e interés que otra cosa en su vida. Que yo fuese todo su centro de atención me halagó y me gustó. Me hizo sentirme de nuevo ilusionada con el tema de las fantasías y me hizo recobrar el interés por esos juegos. Pensaba ya seriamente que las fantasías, al volverse rutinarias, monótonas y aburridas, nunca más las volvería a hacer. Estaba equivocada. Pues la contagiosa motivación de Rafa me hizo recordar cuáles eran los motivos del porque nacieron dichas fantasías.

Cierto que ésta en concreto, la de vestirme en colegiala, nunca entró en mis planes ni tan siquiera me la plantee. Pero el sentir el deseo irracional, pasional y abrumador de Rafa por hacerla me convenció del todo. Aunque fui tan malévola de no decírselo a él. Hasta que no pasaron unos cuántos días no le dije que sí. Quería que sufriese. Quería que esperase. Quería que así su expectación y deseo subiese más todavía y fuese por lo tanto mucho más especial. De esta manera gozaríamos los dos mucho más. Puede que fuese un simple juego fetichista pero, puestos que lo íbamos a llevar a cabo, pues que fuese con todas las ganas del mundo. Finalmente fijamos una fecha. Le dije: “El próximo miércoles llevamos a cabo la fantasía de vestirme así, ¿vale?”. La cara de Rafa al decírselo era todo un poema: satisfacción, alegría, dicha, energía y muchísimo entusiasmo, tanto que incluso se fue corriendo sin ni siquiera despedirse.

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