El diario de Noa: Capítulo 71º

Rafa debió percibir claramente que mis defensas estaban totalmente bajo mínimos y que me había sumido en un estado de placer de enajenación y embelesamiento del que ya no me enterada de nada. La reacción suya no se hizo esperar pues, a pesar de estar vendada, noté perfectamente como desabrochaba el botón que quedaba de la rebeca y como empezaba a desabrochar uno por uno, de forma lenta y saboreándolo, cada uno de los botones de mi camisa. Creo recordar que intenté decir algo así como: “no, no lo hagas” pero las palabras no salieron de mi boca. Por cada botón de la camisa que me desabrochaba me venía a mi cabeza la de veces que en los botellones hubiera deseado desabrocharme  y como acumuló ese anhelo y deseo en su interior, como lo reprimió durante tanto tiempo y como ahora estallaba y explotaba por cada botón que me desabrochaba. Es indescriptible lo muchísimo que me excitó pensar en ello. Era una combinación perfecta de deseo físico con grandes dosis de psicología que lo hacía mucho más erótico y excitante.

En medio de esta ensoñación erótica se me metió algo en la cabeza que empezó a dar vueltas sin parar. ¿Y Edu? ¿Pensaría lo mismo Edu que Rafa cuando nos juntábamos en los botellones? ¿También estaría pensando al verme los fines de semana en subirme un poco el jersey y desabrocharme la camisa? ¿También mi ropa y mi estilo le volverían loco al igual de Rafa? Por un momento me olvidé por completo de que estaba con Rafa y solo pensé que Edu estaba en esos momentos disfrutando y jugando con mi ropa. Satisfaciendo así todo el deseo acumulado que desde siempre ha tenido por mí y que por fin la indiferencia mutua que tanto nos caracterizó pasaba a mejor vida. Hubiese seguido pensando nublosamente en Edu si no fuera porque la voz de Rafa me sacó de mi estado de ensoñación. Rafa no pudo ser más claro: “Dios mío, que sujetador blanco más precioso, jamás pensé que tu sujetador te quedase tan bien”. Efectivamente, enseguida me di cuenta de que me había desabrochado del todo la camisa y la había abierto. Quise pararle y frenar el desmadre erótico en el que nos estábamos metiendo. Pero no fui capaz, no dije nada y solo quería sentir teniendo esos calambrazos, ardores y escalofríos por todo el cuerpo como hasta ese momento.

Rafa tampoco se ando por las ramas, pues lanzó su boca directa a mi sujetador y empezó a comerme las tetas por encima del sujetador. Pero enseguida se paró en seco y durante unos segundos no hizo nada. Noté como empezó a voltearme, a girarme mientras decía: “tranquila miniña, tranquila, confía en mí”. Yo me dejaba llevar y, en realidad, lo que más deseaba era seguir dejándome llevar y seguir disfrutando como hasta ese momento. Me giró con suavidad hasta que consiguió ponerme totalmente bocabajo. Y nuevamente él se colocó a horcajada encima de mí. Empezó a acariciarme el cuello y desde allí tiró de mi rebeca hasta que fue quitándomela poco a poco por mis brazos. En unos segundos me la quitó del todo y pude escuchar perfectamente como la tiró bien lejos. Estaba casi segura que repetiría la misma operación con la camisa, pero no fue así.

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