El diario de Noa: Capítulo 72º

Empezó a darme besos, primero en mi pelo, luego en mi cuello, luego en mi espalda hasta llegar a mi culo. Y sin previo aviso empezó a darle mordisquitos por encima de la falda. Comenzó a decir: “reconozco que me gustas mucho más en pantalón, porque los pantalones te hacen un culito precioso, sobre todo cuando vas en vaqueros, bueno, en realidad siempre te hacen un culito precioso que me vuelve loco”. Paró por unos segundos de hablar y luego reanudó la conversación: “pero debo reconocer que con falda también estás guapísima y me pones cardiaco. Que sensual y sexy estás con la falda. Estás para comerte viva”. Y bien debía ser cierto eso de comerme viva, pues no dejaba de pegar mordisquitos en el culo, no paró ni por un segundo. Sus dos manos agarraban con fuerza y firmeza mis glúteos y él los mordía con pasión, con deseo y con muchísimo ímpetu. Nuevamente mi sentido de la responsabilidad y de la sensatez me advirtió que ya valía por hoy, que el desmadre erótico estaba alcanzando unas cotas muy excesivas y que debíamos parar de una vez, pues esto cada vez tenía menos pinta de ser una fantasía light.

Quise volver a recriminar a Rafa y pararle los pies. Sabía que era lo más correcto y sensato, lo más racional. Pero no fui capaz, no me salieron las palabras, estaba yo gozando tanto que me decía a mi misma: “solo un poco más, solo un poco más”. Me costaba mucho ser racional teniendo las hormonas y los instintos tan revolucionados. Intenté hacer el esfuerzo de hablarle, pero cada vez que lo intentaba un nuevo cosquilleo erótico recorría cada parte de mi cuerpo. Quería parar, quería que parase, quería que terminase ya todo de una vez pero… al mismo tiempo quería que continuase sin cesar nunca. Mi mente era una contradicción continúa totalmente confusa y alborotada.

Atormentada como estaba sumida en mis reflexiones no me di cuenta como había metido una de sus manos por debajo de mi falda, empezando a acariciarme las piernas. Sentí un calambrazo al notar eso. Un verdadero calambrazo que estalló dentro de mí y recorrió todo mi cuerpo como una descarga eléctrica. Antes de que me diera cuenta estaba acariciando mis muslos. Eso ya sí que me pareció excesivo, eso ya sí que fue la gota que colmaba el vaso. Así ya sí que se pasó. Yo reaccioné al fin como tenía que haber reaccionado mucho antes. Puede que esto al principio fuese un juego tonto jugado con picardía y picaresca por dos adolescentes embobados, pero que ya me acariciase con total descaro los muslos fue sobrepasar mucho el estilo light que habíamos acordado.

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