El diario de Noa: Capítulo 95º

Excusa decir que siempre el momento más sensual para mí durante las fantasías es cuando me desprende poco a poco la camisa del pantalón y esta vez no solo iba a ser una excepción, sino que sería mucho más estimulante, sensual y portentoso. ¿Por qué? Pues porque no se ayudó de las manos, sino que colocó su boca sobre mi ombligo, mordió la camisa y empezó a tirar de ella de forma lenta y pausada, saboreándolo. Fue una auténtica gozada, yo lo veía todo con detalle como se iba desprendiendo poco a poco la camisa del vaquero, muy lentamente, degustando ese momento hasta que consiguió sacarla del todo por fuera del pantalón. Fue maravilloso. Me excité muchísimo con ello y el ambiente erótico se escaldó incluso más de lo que ya estaba. Pensaba que en esos momentos estaba yo incluso más excitada que él. Estaba equivocada pues al volver a sentarse a horcajadas encima mía pude ver el enorme bulto que había en su entrepierna. A Un bulto inmenso que me llamó muchísimo la atención y que se le marcaba muy visiblemente en el pantalón. Era super descarado.

Y, sin poder evitarlo, de nuevo me ví atacada por los recuerdos de Graciela acariciando la entrepierna de Edu. Se me incrustó de nuevo la maldita imagen de cómo le acarició Graciela la entrepierna por encima del pantalón y me preguntaba si en aquel momento Edu se le notaría tanto el bulto como a Rafa en ese momento. Me entraron sudores y ardores de solo pensarlo, me cabree conmigo misma por dejar que esos recuerdos volviesen a mi mente y me obligué a no pensar más en ello. Pero fue inútil, no había manera de extraerlos de mi cabeza y cuánto más pensaba en esa imagen más me cabreaba y enfurecía conmigo misma, incluso sentí unos celos brutales (los cuales hasta ese momento nunca se habían manifestado). Para fastidiar más aún el cocktail de imágenes de Edu y Graciela que tenía en mente, se me coló también la imagen del inmenso pene de Rafa el día que se lo acarició estando yo a cinco metros de distancia. Lo enormemente ereccionado y empalmado que lo tenía y como gozaba acariciándoselo. Lo pasé falta, se suponía que esta fantasía era para exorcizar mis malos recuerdos y solo estaba sirviendo para intensificarlos mucho más.

Maldije el momento que le miré a la entrepierna a Rafa, pues si no lo hubiera hecho seguramente jamás hubieran vuelto a reaparecer todos esos recuerdos y ahora estaría tan tranquila disfrutando y gozando de esta fantasía. Encima, debí disimular tan mal que Rafa se percató perfectamente de que le estaba mirando descaradamente a la entrepierna, era justo lo que su ego necesitaba y una motivación más que suficiente para seguir tomando el mando sobre la fantasía. Con mucha sorna y sarcasmo, acompañado de su característica media sonrisa, dijo: “¿A qué te gusta lo grande que está? ¿A qué disfrutas mucho viendo lo inmensa que me la has puesto?”. Que ingenuo e inocente era, si supiese en realidad que en lo que menos pensaba en esos momentos era en su pene, y que lo único que me tenía monopolizado todos mis pensamientos era la obsesión que tenía por la relación de Edu y Graciela.  La vanidad de Rafa se infló con un globo, y con aires de superioridad empezó a acariciarse la entrepierna con orgullo y deseo. Debo reconocer también mi culpa en el asunto, pues en ningún momento mientras se acarició no aparté la vista ni mostré un gesto de rechazo. Por una parte lo rechazaba profundamente, pero por otra, no sé si por curiosidad, morbo o yo que sé, me gustaba mirarle como se acariciaba.

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