Parecía como si se hubiese olvidado completamente de mi presencia, pues sus caricias solo se centraban en sí mismo, tocándose sin cesar todo el rato la entrepierna por encima del pantalón. Parecía como extasiado, como sumido en una sensación de placer al tocarse mientras me miraba. Finalmente habló: “Sé que te gusta lo grande que está. Lo sé. Lo veo perfectamente. Pero que sepas que eres tú, solamente tú la que me pone así, la que me vuelve loco. Con esta camisa y estos vaqueros que estás guapísima y muy sexy. Me excitas mogollón. Siempre lo haces lleves lo que lleves. Y me encanta tu forma pija, clásica y elegante de vestir. Eso me la pone a cien”. Atenta como estaba a todo lo que estaba diciendo no reparé en que ya no se estaba tocando por encima del pantalón, sino que había bajado la cremallera y se tocaba por encima del calzoncillo. En ese momento sentí un gran pudor y vergüenza, pues sentí deseos de que se bajase el pantalón y ver cómo era el bulto en el calzoncillo. Me avergoncé muchísimo de tener esos pensamientos tan impuros y eróticos. Aunque Rafa debía estar pensando lo mismo, pues pocos segundos después se desabrochó el botón del pantalón y se lo bajó lo suficiente para ver su tremenda erección en el calzoncillo.
No estaba asustada, en absoluto, de hecho le mirada de forma curiosa, asombrada y dejándome llevar por el momento. Supongo que mi comportamiento era un cocktail de muchas cosas: las hormonas adolescentes de los dos ebulliciendo bestialmente, el machacante y obsesión recuerdo de Graciela acariciando a Edu, el recuerdo del pene de Rafa y un mogolló más de emociones/sensaciones muy difíciles de explicar y describir. Él siguió hablando, aunque lo hacía de forma ausente e ida, como si realmente no hablase conmigo, sino para sí mismo: “Uff, es que ni te imaginas como me pones. Y viéndote así sumisamente con las manos atadas al cabecero de la cama me pone más todavía. Eso me da mucho morbo. ¿Y a ti? ¿Te da morbo?”. Yo no respondí. No sabía qué responder. Era un momento de indecisión pues, por una parte, me estaba gustando pero, por otra, quería acabar ya con la fantasía porque estaba dejando de ser ya light como a mí me gustaba y se estaba desmadrando mucho. Y más que se iba aún a desmadrar, sobre todo teniendo en cuenta que objetivamente solo éramos unos adolescentes muy niños todavía.
No estaba asustada, en absoluto, de hecho le mirada de forma curiosa, asombrada y dejándome llevar por el momento. Supongo que mi comportamiento era un cocktail de muchas cosas: las hormonas adolescentes de los dos ebulliciendo bestialmente, el machacante y obsesión recuerdo de Graciela acariciando a Edu, el recuerdo del pene de Rafa y un mogolló más de emociones/sensaciones muy difíciles de explicar y describir. Él siguió hablando, aunque lo hacía de forma ausente e ida, como si realmente no hablase conmigo, sino para sí mismo: “Uff, es que ni te imaginas como me pones. Y viéndote así sumisamente con las manos atadas al cabecero de la cama me pone más todavía. Eso me da mucho morbo. ¿Y a ti? ¿Te da morbo?”. Yo no respondí. No sabía qué responder. Era un momento de indecisión pues, por una parte, me estaba gustando pero, por otra, quería acabar ya con la fantasía porque estaba dejando de ser ya light como a mí me gustaba y se estaba desmadrando mucho. Y más que se iba aún a desmadrar, sobre todo teniendo en cuenta que objetivamente solo éramos unos adolescentes muy niños todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario