El diario de Noa: Capítulo 96º

Parecía como si se hubiese olvidado completamente de mi presencia, pues sus caricias solo se centraban en sí mismo, tocándose sin cesar todo el rato la entrepierna por encima del pantalón. Parecía como extasiado, como sumido en una sensación de placer al tocarse mientras me miraba. Finalmente habló: “Sé que te gusta lo grande que está. Lo sé. Lo veo perfectamente. Pero que sepas que eres tú, solamente tú la que me pone así, la que me vuelve loco. Con esta camisa y estos vaqueros que estás guapísima y muy sexy. Me excitas mogollón. Siempre lo haces lleves lo que lleves. Y me encanta tu forma pija, clásica y elegante de vestir. Eso me la pone a cien”. Atenta como estaba a todo lo que estaba diciendo no reparé en que ya no se estaba tocando por encima del pantalón, sino que había bajado la cremallera y se tocaba por encima del calzoncillo. En ese momento sentí un gran pudor y vergüenza, pues sentí deseos de que se bajase el pantalón y ver cómo era el bulto en el calzoncillo. Me avergoncé muchísimo de tener esos pensamientos tan impuros y eróticos. Aunque Rafa debía estar pensando lo mismo, pues pocos segundos después se desabrochó el botón del pantalón y se lo bajó lo suficiente para ver su tremenda erección en el calzoncillo.

No estaba asustada, en absoluto, de hecho le mirada de forma curiosa, asombrada y dejándome llevar por el momento. Supongo que mi comportamiento era un cocktail de muchas cosas: las hormonas adolescentes de los dos ebulliciendo bestialmente, el machacante y obsesión recuerdo de Graciela acariciando a Edu, el recuerdo del pene de Rafa y un mogolló más de emociones/sensaciones muy difíciles de explicar y describir. Él siguió hablando, aunque lo hacía de forma ausente e ida, como si realmente no hablase conmigo, sino para sí mismo: “Uff, es que ni te imaginas como me pones. Y viéndote así sumisamente con las manos atadas al cabecero de la cama me pone más todavía. Eso me da mucho morbo. ¿Y a ti? ¿Te da morbo?”. Yo no respondí. No sabía qué responder. Era un momento de indecisión pues, por una parte, me estaba gustando pero, por otra, quería acabar ya con la fantasía porque estaba dejando de ser ya light como a mí me gustaba y se estaba desmadrando mucho. Y más que se iba aún a desmadrar, sobre todo teniendo en cuenta que objetivamente solo éramos unos adolescentes muy niños todavía.

El gozoso placer que le reportaba las caricias por encima del calzoncillo debieron cegar a Rafa de tal manera que ya no supo ni donde estaban los límites, pues de forma brusca, visceral y compulsiva se sacó el pene por fuera del calzoncillo. Yo me quedé petrificada. No me asusté pero sí que me quedé sin aliento pues jamás pensé que llegara a tanto y que diese ese paso. Sentí muchísima vergüenza y debí sonrojarme mucho. Cierto que no era la primera vez que se lo veía; pero no se podía comparar el observarle a cinco metros de distancia con este otro momento, que tenía su pene a escasos centímetros de mi estómago. Fue un cocktail brutal de sentimientos, emociones, sensaciones, deseos e inquietudes. Y encima podría jurar que lo tenía mucho más grande e inmenso que la otra vez. Aquella otra vez ya me pareció grandísimo, pero ahora lo era mucho más, espectacularmente grande. Y él no dejaba de acariciárselo y de mirarme con lujuria. Finalmente acerté a decir: “Rafa, te estás pasando mucho, por favor, no te pases tanto. En plan light, por favor”. Pareció como si no me escuchara, como si mis palabras se oyesen lejanas, pero sí que me escuchó pues breves segundos después dijo: “Sí, sí, tranquila, es solo darle un poco más de morbo a esta fantasía. Déjate llevar. Seguro que te gustará y disfrutarás”. No me dejó responder, pues acto seguido empezó a pasar su pene erecto por los botones de mi camisa. Como si quisiera o pudiera desabrocharlos solo pasando el pene por ahí.

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