El diario de Noa: Capítulo 114º

Y aquí ya sí que se desató la violencia, la adrenalina, el deseo contenido y la agresividad interna acumulada durante toda la noche. Pues, sin ninguna delicadeza, me desabrochó y bajó a gran rapidez mi pantalón para, acto seguido, cogerme con fuerza y tirarme encima de la cama. Se colocó encima mía y sin gran esfuerzo me sacó del todo el pantalón y lo lanzó lejos. Sin tiempo ni para respirar se abalanzó sobre mí a comerme el cuello. Todo a mi alrededor ardía y estaba a punto de explotar. Era la primera vez en mi vida que estaba en sujetador y braguitas ante un chico y, no solo eso, sino que ese chico era el mismísimo Edu el cual me estaba comiendo brutal y libidinosamente el cuello. El efecto psicológico de que fuese él unido al contacto carnal del uno junto al otro (él no hacía más que restregar su pene contra mis braguitas) hacía que estuviésemos alcanzando unas temperaturas inhumanas, un calor sofocante, abrumador e insoportable. Yo sudaba muchísimo y estaba muy excitada por todo. Más de una vez me bajó violenta y pasionalmente el sujetador, dejando uno de mis pechos al aire, pero enseguida (no sin forcejear) yo volvía a subirlo. Finalmente él impuso su fuerza bruta y me lo quitó sin ningún miramiento, arrancándomelo y tirándolo lejos. Yo enseguida traté de cubrirme con mis brazos. Aún no estaba preparada para esto. Íbamos muy rápido y necesitaba que todo fuese más despacio y a un ritmo más pausado.

De poco me sirvió tratar de cubrirme los pechos pues Edu me agarró de las muñecas y me las colocó por encima de mi cabeza, dejando así mis pechos al aire, los cuales empezó a comérselos al mismo tiempo que decía: “Umm, la de veces que he soñado con estas tetitas, la de veces que he pensado en este momento, la de veces que he sentido la necesidad de vértelas y tocártelas”. Estos comentarios, al contrario de enfadarme o disgustarme, consiguieron un efecto contrario, pues aunque siempre sospeché que estuvo loco por mí nunca tuve la certeza absoluta. Por ello al saberlo ahora supuso un estímulo impresionante que me excitó y revolucionó más de lo que pensaba. Eso me encantó. Él que confesara abiertamente su deseo desde hace años por mí era lo que más me excitaba y estimulaba. Como siempre el factor psicológico era muchísimo más importante que el físico. Yo no me pude remediar de preguntarle en medio de ese foco de pasión descontrolada: “¿a qué te hubiera gustado hacer esto cuando me hice la dormida hace años?”. Edu no me contestó, estaba tan centrado en comerme los pechos que ni oía lo que yo decía. Por lo que en un tono más alto se lo repetí porque ansiaba una respuesta a esa cuestión, la necesitaba, por lo que nuevamente: “¿a qué te hubiera gustado hacer esto cuando me hice la dormida hace años?”. Él levantó un poco la cabeza un poco aturdido y solo dijo: “No sé, han pasado muchos años de eso, ni idea”.

En realidad solo habían pasado dos y tres años, cierto que para mí también parecía que habían pasado muchos más años, pero fue a los 14 y 15 años y me irritó que Edu no supiera o no quisiera contestarme a eso. Por lo que, sin ánimo de querer ser pesada, volví a cuestionarle: “¿Seguro que no te hubiera gustado hacerme esto entonces? ¿No te hubiera gustado quitarme la ropa y comerme los pechos?”. Dejó de lamerme los pezones por un segundo y levantó de nuevo la cabeza, esta vez sí que pareció entender y comprender la pregunta a la perfección, y dijo con total honestidad: “Umm, sí, por supuesto que sí. Claro que sí”. Esto era justo lo que necesitaba saber. Era justo lo que mi mente ansiaba conocer y justo lo que había estado esperando mi subconsciente durante tantísimo tiempo. Fue la comunión perfecta entre el deseo mental y el deseo físico, y ahí sí que me excité y empecé a disfrutar los chupetones y caricias de Edu. Parecía que la vida le iba en ello, como me besaba, como me tocaba, como me trataba y cómo satisfacía su deseo con cada parte de mi cuerpo. Ambos estábamos disfrutando totalmente ese momento, yo probablemente más psicológicamente que físicamente, pero me daba igual. Era un momento histórico inolvidable.

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