El diario de Noa: Capítulo 143º

Lo que más recuerdo de aquella inolvidable tarde fue que lo hicimos en la posición del perrito encima de la colchoneta durante muchísimo tiempo y que jadeamos sin parar durante todo ese tiempo. Estaba Rafa tan excitado y concentrado en embestirme que ni siquiera pudo quitarme la camiseta y se centró en poner sus manos en mis caderas para penetrarme una y otra vez. Fue el cenit de la excitación, el deseo y el ardor mutuo entre ambos. Aunque supongo que para él fue también la culminación a tantos y tantos meses de castración, crispación y frustración sexual conmigo. Por fin había llegado su recompensa y la estaba disfrutando en toda su intensidad. Nunca me propuse que llegásemos a tanto y que pasáramos de nuestros encuentros light a un encuentro sexual total, pero estaba claro que ambos lo necesitábamos y que era ya el momento para ello. Y, aunque no estaba contenta del todo porque hubiera ocurrido, no podía negar que estaba disfrutando muchísimo, más de lo que nunca supuse, y que el tener su inmenso pene dentro de mí entrando y saliendo sin parar fue un éxtasis total. Aunque no llegue a correrme, pues justo cuando estaba a punto de llegar, Rafa se salió violenta y vehemente de mí. Eso me desconcertó y frustró muchísimo, aunque solo un par de segundos después comprobé por qué lo hizo: de su pene empezó a brotar semen a borbotones, muchísimo, mucho más que cuando lo hice con Edu, fue semen sin parar que desparramó alrededor de la colchoneta. Acto seguido no sé que pasó pues ambos nos quedamos completamente dormidos encima de la colchoneta.

Cuando desperté más de media hora después solo me sentía como si me hubieran dado una paliza. Me dolía todo el cuerpo y todo el placer sexual que me había proporcionado Rafa también había supuesto una sucesión continua de esfuerzo físico, violencia y agresividad. Rafa dormía como un niño pequeño a mi lado y su inmenso pene ahora era una cosa minúscula y arrugada. Estaba agotada, atolondrada y flipada por todo lo que había pasado. Había disfrutado muchísimo y no me arrepentía pero necesitaba irme a casa para reflexionar, calmarme y asimilar todo lo que había pasado. No acababa de creerme que acababa de hacer por segunda vez el amor en mi vida. Mis 17 años estaban resultando mucho más asombrosos y fascinantes de lo que nunca imagine. De repente pensé en Edu, o concretamente en el SMS sin responder de Edu, y no pude evitar formar una sonrisa maliciosa en mi rostro. Pensé: “caray, que día más completo, por fin mandé a la mierda al niñato de Edu y superé mi obsesión con él y, por otro lado, acabo haciendo el amor de forma visceral y salvaje con Rafa. Un día completo, sin duda”.

Cuando quise darme cuenta Rafa ya también se había levantado y parecía tan atolondrado y desorientado como yo. Parecía otra persona, más calmada, tranquila, sosegada y relajada, e incluso hasta me pareció detectar algo de pudor y vergüenza en su rostro. Enseguida me di cuenta qué era de lo que más se avergonzaba, pues cogió la fregona de la esquina del gimnasio y fregó con rapidez todo el semen desparramado alrededor de la colchoneta. Acto seguido me sonrió y solo soltó estas palabras: “¿ha estado bien, verdad?”. Era una pregunta retórica, pues su rostro reflejaba que se lo estaba diciendo a sí mismo y que no quería ninguna respuesta. Yo también sonreí. En cierta manera Rafa era un encanto y como un niño pequeño. Cierto que lo nuestro solo eran encuentros sexuales para calmar nuestro ardor adolescente, pero sí que es cierto que algunos sentimientos estaban floreciendo poco a poco. Aunque aún habría de pasar bastante tiempo hasta que se manifestaran del todo. Aquel para ambos fue un día histórico (nunca supe si él perdido la virginidad ese día, jamás se lo pregunté), pero era histórico en muchos aspectos, y un punto de inflexión importante en nuestros encuentros.

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