Iñigo me mirada intensa e impasiblemente mientras
me vestía así, cuando termine de vestirme finalmente con toda la ropa: chupa de
cuero marrón, camisa marrón claro y los vaqueros azules ni pestañeó. Durante
unos segundos ni pestañeó ni respiró. Yo me sentí rara y cohibida, no sabía qué
hacer ni qué decir. Era una sensación rara. No sé esperaba que se me acercara y
me hiciera el amor violentamente, o que jugase fetichistamente con mi ropa o
algo parecido. Solo al cabo de unos momentos acabó sonriendo (más bien medio
sonriendo) y pude notar claramente cómo su mente estaba maquinando algo, una
fantasía, algo que le iba a complacer mucho. Yo tímida y sumisamente no dije
nada. Estaba expectante a la espera de que él dijese algo o reaccionase de
alguna manera. Finalmente lo hizo, aunque no de la manera que yo me esperaba.
Porque con toda la tranquilidad del mundo me soltó: “venga, vámonos a dar un
paseo, ya que te has puesto tan guapa lúcete por la calle” Y me sonrió afable y
cariñosamente, aunque pude notar un brillo de lujuria en sus ojos que me
intimidó un poco. De todos modos no me pareció mala idea y nos fuimos a dar ese
paseo. Durante veinte minutos estuvimos paseando por diferentes calles cuando
de repente Iñigo se paró ante un escaparate de una tienda. Era una tienda de
artículos de regalo y no sé porqué se paró ahí, porque tampoco es que fijase su
atención en ninguno de los artículos. Pero solo unos segundos después reparé en
cuál era el motivo. Esa tienda estaba a poco más de 5 metros de la tienda donde
trabajaba de dependienta Patricia y comprendí perfectamente que el día que la vio
vestida así no fue en su tienda, sino justo en el escaparate donde nos
encontrábamos en ese momento. Todo cuadraba. Todo tenía su lógica. Y el brillo
de lujuria en los ojos de Iñigo se acentuó mucho más y pude apreciar mucho
deseo contenido en su rostro. Pronto iba a descubrir que necesitaba, más que
nunca, desahogar todo ese deseo justo en ese sitio.
Yo no decía nada. Iñigo tampoco. Pero su silencio me ponía más nerviosa que
nunca. No estaba acostumbrada a que fuese tan reservado, callado y moderado.
Era por lo general muy impulsivo y pasional, y más con el tema de las fantasías,
pero estaba claro que ésta era especial y quería saborearla al máximo. Es
curioso que con la de fantasías (algunas de ellas muy originales y
sorprendentes) que había hecho con Iñigo (y en menor medida con Edu y Rafa en
el pasado) aún me sentía cohibida, nerviosa y muy intranquila cuando sabía que
íbamos a hacer una nueva. Me sentía como una niña pequeña. Supongo que, por lo
que pasó con Edu a los 14 años, nunca dejaré de tener en el asunto de las
fantasías una mentalidad inocente, ingenua y de inseguridad, como si siempre
fuese algo nuevo, excitante, morboso para mí, y ésta ante ese escaparate
vestida así como Patricia no iba a ser una excepción.
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