Debo reconocer que me encanta producir ese efecto en los chicos y cómo, en cierta manera, los controlo para que me sirvan a mis propósitos. Nunca me plantee seriamente (ni consciente ni subconscientemente) el llevar a cabo mi fantasía con Edu con otra persona. Para mí eso era impensable. Sin embargo, ahí estaba yo dejando que Rafa me acariciase el cuello de la camisa mientras me hacía la dormida. Yo podía percibir perfectamente su deseo, su anhelo por jugar con mi ropa y sus ganas de seguir desarrollando esta fantasía tan absurda pero muy satisfactoria.
Y Ciertamente se siguió desarrollando, pues en un imprevisto giro de sus movimientos soltó el cuello de mi camisa con el que tanto estaba jugando y empezó a recorrer mi chaleco de arriba abajo. Acarició mi chaleco suavemente. En ningún momento pasó sus manos por encima de mis pechos, solo pasaba tímidamente los dedos por el chaleco como disfrutando del tacto y como saboreando ese momento fetichista. Yo le notaba muy nervioso, muy intranquilo y sobre todo muy desconcertado ante la situación que estábamos viviendo. Puede que fuese mayor que yo, pero yo a mis 16 años demostraba más madurez y control que él a sus 18.
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