El diario de Noa: capítulo 40º

Aunque todo lo que estaba haciendo Rafa me estaba encantando no pude en cierto momento evitar el entristecerme. Bueno, quizás entristecerme es una palabra muy fuerte y exagerada, más bien me sentí confundida porque empecé a pensar en Edu. No se me quitó de la cabeza. ¿Deseaba que fuera Edu el que suavemente jugara con mi ropa y me acariciará? Es posible. Estaba confusa y un poco mareada por el torrente de emociones y sensaciones que estaba experimentando. Me obligué a quitarme a Edu de la cabeza y a centrarme en ese momento con Rafa. Al fin y al cabo Rafa me estaba ayudando a llevar cabo una fantasía tan especial y secreta que ni yo misma sabía que deseaba. Probablemente solo mi subconsciente lo sabía.

Rafa siguió jugando con mi ropa, acariciando y tocando ya mis pechos por encima de la camisa sin disimulo, casi con pasión y deseo. De vez en cuando seguía jugando con los botones, con el cuello o siguiendo las rayas con sus dedos, pero siempre volvía a mis pechos los cuales acariciaba con toda la mano abierta mientras murmuraba para sí mismo: “umm, estás preciosa con esta camisa, me vuelves loco”. Era casi inaudible lo que decía, como sí solo se hablase a sí mismo para cerciorarse de que todo esto estaba pasando de verdad. Una de sus manos de repente dejó de acariciar mis pechos y bajó lentamente por todo mi cuerpo hasta posicionarse un poco más arriba de mi rodilla.

Esto le motivo a seguir susurrándose y murmurándose a sí mismo toda clase de frases que apenas yo podía entender. De las pocas que escuché con nitidez eran todas muy similares del tipo: “como te queda este pantalón negro, te queda de maravilla, estás de puta madre, como combina tan bien con la camisa y el chaleco, etcétera”. Me empezó a acariciar por toda la pierna, primero una y luego la otra. Aparentemente parecía que se había cansado ya de mis pechos, pero solo tardaba unos segundos a volver a acariciarlos, cada vez con más pasión, anhelo y deseo. Debo reconocer que eso me excitó. Me sentí francamente excitada. Sobre todo cuando, con todo el descaro, empezó a dibujar con su dedo circulitos alrededor de mis pezones.

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