Aunque todo lo que estaba haciendo Rafa me estaba encantando no pude en cierto momento evitar el entristecerme. Bueno, quizás entristecerme es una palabra muy fuerte y exagerada, más bien me sentí confundida porque empecé a pensar en Edu. No se me quitó de la cabeza. ¿Deseaba que fuera Edu el que suavemente jugara con mi ropa y me acariciará? Es posible. Estaba confusa y un poco mareada por el torrente de emociones y sensaciones que estaba experimentando. Me obligué a quitarme a Edu de la cabeza y a centrarme en ese momento con Rafa. Al fin y al cabo Rafa me estaba ayudando a llevar cabo una fantasía tan especial y secreta que ni yo misma sabía que deseaba. Probablemente solo mi subconsciente lo sabía.
Rafa siguió jugando con mi ropa, acariciando y tocando ya mis pechos por encima de la camisa sin disimulo, casi con pasión y deseo. De vez en cuando seguía jugando con los botones, con el cuello o siguiendo las rayas con sus dedos, pero siempre volvía a mis pechos los cuales acariciaba con toda la mano abierta mientras murmuraba para sí mismo: “umm, estás preciosa con esta camisa, me vuelves loco”. Era casi inaudible lo que decía, como sí solo se hablase a sí mismo para cerciorarse de que todo esto estaba pasando de verdad. Una de sus manos de repente dejó de acariciar mis pechos y bajó lentamente por todo mi cuerpo hasta posicionarse un poco más arriba de mi rodilla.
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