El diario de Noa: capítulo 41º

En ese momento tuve mucho pudor, pues me entró una repentina vergüenza por si mis pezones se podían transparentar a través de la camisa. No creía, pues no era una camisa fina que pudiese transparentarse, pero aún así me sentí incomoda. Se notaba claramente que con esos tocamientos sobre mis pechos, Rafa estaba disfrutando con gran intensidad, ¿sería la primera vez en su vida que le hacía esto a una chica? No era tan descabellado pensarlo, más aún viendo con la delicadeza, ternura e inseguridad de cada uno de sus movimientos. Me gustaba pensar eso, ya que era mi primera experiencia tan erótica quería que también fuese la suya.

En un momento dado sí que pareció que solo empecé a interesarle solo de cintura para abajo, pues acarició con sus dos manos mis dos piernas, de arriba abajo, saboreando el momento con placer y gusto. Solo hubo un momento que le tuve que parar, pues puso su mano abierta en mi muslo y antes de que reaccionará ya casi la tenía puesta en mi entrepierna. Salté como una bala de rápida, me incorporé velozmente y le quité la mano de ahí diciendo un tajante: “no”. Él me miró obedientemente y solo susurró: “pero si es solo por encima del pantalón”, volví a repetir con contundencia: “no” para que le quedase ya claro del todo.

Quería que tuviese muy claro cuáles eran los límites de la fantasía y hasta dónde podía llegar. No iba a consentir que se sobrepasase bajo ningún concepto. Al fin y al cabo yo tenía solo 16 años y no estaba preparada para dar ciertos pasos. La frustración se reflejó claramente en la cara de Rafa. Le cambió el rostro totalmente. Y su anterior media sonrisa bobalicona y atolondrada pasó a convertirse en un gesto contrariado y frustrado, casi malhumorado. Por unos tensos segundos se quedo inmóvil sin hacer nada, como cabreado por la censura a la que estaba sometido. Finalmente recobró otra vez el interés y retomó las caricias, pero esta vez centrada solo en mis pechos.

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