Fue un acto ciertamente fetichista, pues saboreó tanto el desnudarme como el vestirme, pero también hubo en sus acciones como una especie de actitud paternalista y de protección. Debo admitir que en el balance global con Rafa prevaleció siempre en todo momento la ternura, el buen gusto, la lentitud y el respeto. Supongo que para él fue inevitable el tener esa erección. La cual por cierto no disminuyó en absoluto incluso ya vestida del todo. No quise permanecer más tiempo allí. Me sentía ahogada y necesitaba salir al exterior para asimilar todo lo ocurrido aquella memorable noche. Por lo que solo dije: “tengo que irme, me voy ya, adiós”, él me comento: “¿te acompaño a casa?”, a lo que rápidamente contesté: “no, no, quiero estar sola, gracias, pero me voy ya”. Salí de la casa de Rafa con tal rapidez que antes de que me diera cuenta ya había recorrido unos 100 metros en dirección a mi casa.
Aunque claro, no me fui sola todo el trayecto desde su casa a la mía, pues en todo momento me acompañaron mis emociones, mis reflexiones, mis sentimientos y mis recuerdos de todo lo ocurrido en todas esas horas. Una experiencia que me marcaría para siempre. Excusa decir que esa noche ya en mi cama no paré de dar vueltas, una y otra vez, a todo lo que había pasado y como se nos desmadró tanto el asunto. En parte no estaba enfadada, al contrario, me había encantado y fue mucho mejor de todo lo que imaginé en un principio. Una experiencia que se incrustó en mi mente y que jamás me abandonaría pues la combinación de erotismo, nervios e imprevisibilidad fue un cocktail explosivo. Curiosamente, me quedé dormida muy rápido, no creo que me mantuviese despierta ni 5 minutos, pero eran tantas las experiencias y emociones vividas que estaba completamente extasiada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario