El diario de Noa: capítulo 49º

Inmediatamente Rafa se fue del botellón. Al cabo de unos 10 minutos recibí una llamada perdida al móvil. Era la señal acordada para acercarme a la puerta del bar donde habíamos quedado. Una parte de mí no se quería ir con Rafa, otra parte tenía muy grato recuerdo de todo lo ocurrido un mes antes y quería repetir, y finalmente la parte decisiva y detonante de mi decisión fue que habían pasado ya 15 minutos desde que Edu se había ido en la moto con Angélica y no habían vuelto. Sabía perfectamente que no estaba pasando nada entre ellos, pues nadie en su sano juicio se enrollaría jamás con una tía así. Aún así me frustraba porque sabía que ella disfrutaría cada segundo con sus tonteos o agarrándose fuerte a la cintura de Edu cuando cogiese velocidad en la moto. Me cabreaba tanto la actitud de ella como lo estúpido que era él de no darse cuenta de eso. Pero claro, era un hombre, y eso era sinónimo de estupidez y pocas luces.

Por lo que me vi, contra todo pronóstico, montando en el coche de Rafa a vivir nuestra segunda aventura y experiencia, empujada principalmente por el rencor que tenía acumulado, aunque también con cierta curiosidad por volver a sentir algunas de las emociones vividas antes. Paramos en mi casa, subí a por las llaves del chalet y les mentí a mis padres diciendo que venía a buscar una cosa de mi habitación. El tener que mentir me aceleró un poco el corazón. No era la primera vez que mentía en mi vida (al fin y al cabo estaba a punto de cumplir 17 años) pero sí la primera vez que iba a hacer algo tan descabellado como irme sola al chalet con un chico.

Al montar del nuevo en el coche empecé a darle vueltas a la situación y a valorar si estaba obrando prudentemente. No me dio tiempo a reflexionar demasiado pues nunca 4 kms se me hicieron tan cortos como aquella noche. Antes de que me diera cuenta estábamos ya en el chalet. Eso me contrarió. Me hubiera gustado que tardásemos más, necesitaba que tardásemos más. Entramos dentro. Hacía un poco de frío, al fin y al cabo era Febrero y ese Invierno fue especialmente crudo. Viendo Rafa que yo me mantenía impávida e impasible sin tomar ninguna decisión, tomó él la iniciativa rompiendo el hielo diciendo: “¿por qué no me lo enseñas? Yo no lo conozco”. Fue justo lo que necesitaba. Rafa me leyó la mente y vio claramente que no estaba preparada y necesitaba más tiempo. Por lo que le enseñé el chalet e incluso entre los dos bromeamos de tonterías en plan distendido y relajado.

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