El diario de Noa: capítulo 50º

Al final Rafa se atrevió a dar el gran paso y me comentó en un tono casi confidencial: “¿te gustaría repetir la fantasía del otro día?”. Yo titubeé. Por una parte quería pero por otra estaba mucho menos preparada que la otra vez. De repente reparé que los nervios y confusión que me estaba provocando Rafa me habían quitado totalmente de la cabeza el dichoso paseito en moto de Edu y Angélica. Eso me alegró y relajó más todavía, por lo que le contesté a Rafa: “bueno, vale, pero en plan light, sin pasarse mucho, ¿vale?”. Él respondió justo lo que quería escuchar: “claro, sin problemas, tú pones los límites y las normas, en plan buen rollo, aquí nunca pasará nada que tú no quieras”. En ese momento me di cuenta que puede que mi interés por Rafa nunca fuese tan fascinante, obsesivo e irracional como por Edu, pero tenía cierto encanto que cada vez me encandilaba más.

Por lo que fuimos a mi habitación del chalet y me tumbé en la cama dispuesta a repetir la misma fantasía de siempre. Dos veces fue con Edu y dos veces con Rafa, con la salvedad de que con Rafa iban a ser mucho más que dos. Yo me relajé tumbada y Rafa comentó: “para que ya la fantasía fuese total deberías tener los ojos vendados mientras yo juego con tu ropa”. Lo dijo en un tono jocoso y divertido, por lo que ambos nos reímos, aunque nunca supe hasta que punto lo dijo en serio. Viendo que me había reído siguió bromeando para relajar el ambiente con frases como “caray, que ganas de que pase este frío para que vengas con menos ropa”. Nos volvimos a reír. De repente las risas cesaron y empezó con sus caricias.

Prácticamente la pauta que siguió fue casi la misma que la otra vez: las caricias lentas y pausadas saboreando el momento, jugando con la ropa, mirándome de forma intensa para cerciorarse de que eso estaba ocurriendo de verdad, etcétera. Eso sí, todo en plan muy light, pues al igual que la vez anterior no le permití que acariciara mi entrepierna (ni tan siquiera el muslo interior), aunque él ni siquiera lo intentó. Parece que le quedó muy claro la otra vez cuáles eran los límites y que nunca había que sobrepasarlos bajo ningún concepto. Por lo que todo se redujo a caricias por encima del jersey (nunca le permití meter la mano por debajo pues solo llevaba el sujetador debajo de dicho jersey). A pesar de estas limitaciones, Rafa parecía complacido y satisfecho. Yo también. Me encantaba lo de hacerme la dormida y que jugase con su mano pausadamente con mi ropa y las partes de mi cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario