Nunca me planteé a mi misma en dónde residía el encanto o la magia de esta fantasía. No sé si era el morbo de hacerme la dormida, el morbo de ver la necesidad y anhelo que tenía Rafa por tocarme, el morbo por percibir su deseo hacía mí, el morbo de que jugase con mi ropa y que la disfrutase fetichistamente tanto, el morbo de que todo tenía que ser en plan muy light con sus limitaciones, etcétera. No lo sé. Solo sé que disfrutaba y me excitaba muchísimo esta situación. Era una excitación más psicológica que física (aunque obviamente cuando me acariciaba los pechos por encima del jersey me excite un poco). Tal satisfacción psicológica me llenaba de placer y agrado, y aunque, lógicamente, en mi fuero interno deseaba que fuera Edu el que lo hiciera, no me disgustaba el estilo y encanto de Rafa que supo conducir siempre la fantasía por los caminos que yo más disfrutaba.
Tras tan grata experiencia quedó patente que volveríamos a repetir, ¿por qué no? A ambos nos encantaba esta fantasía y sobre todo valoraba la discreción de Rafa de llevarla siempre clandestinamente sin que nadie se enterase de lo nuestro. No quería que nadie lo supiese. En público ante los demás mi relación con Rafa seguía siendo de la misma indiferencia y desdén que como siempre. Ambos fuimos unos actores excelentes que supimos fingir en todo momento que apenas nos conocíamos y que nunca había pasado nada entre ambos. Era un juego un poco tonto y pueril, pero a mí me gustaba, y más que me iba a seguir gustando.
Por otro lado, el tonteo de la gorda y desagradable Angélica con Edu no cesó los siguientes fines de semana. Aunque pronto percibí que no era solo con Edu, era con cualquiera, pues estaba tan desesperada que tonteaba patéticamente con cualquiera. Como muy bien dijeron en esa época mis amigas Ana y Jennifer: “el comportamiento de esta tía degrada a todas las mujeres y es una vergüenza el descarado mamoneo, peloteo y tonteo con los chicos, es rebajarse al máximo”. Me disponía a secundar estas opiniones con fiereza y contundencia y cuando abrí la boca lo único que dije “Siempre en todas las pandillas hay una puta, que se le va a hacer”. Me sorprendí a mí misma por los tenues y desapasionadas que fueron mis palabras. Pensé que aprovecharía esa oportunidad para despotricar sin piedad contra ella y, sin embargo, fui muy comedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario