De camino a casa en el coche de Rafa, en la oscuridad de la noche estuve muy pensativa, sumida totalmente en mis pensamientos. El sosiego y tranquilidad de la noche, al compás de la música a bajo volumen que Rafa llevaba en el coche, hizo que me sumiera en todos los recovecos de mi mente. Me acosté reflexionando sobre muchas cosas y me levanté el domingo nuevamente deliberando sobre ellas. Mis conclusiones fueron siempre las mismas: cada día me gustaba más este juego de la fantasía de hacerme la dormida con Rafa y cada día disfrutaba más de ella. Cierto que nació dicha fantasía en cierta manera para Edu, pero era innegable que Rafa era un sustituto más que digno. Y de repente, me entraron ganas de que llegase el siguiente sábado pues tenía ganas de volver a repetir. Y una nueva cuestión asoló mi cabeza: “¿y por qué esperar hasta el próximo sábado?”, “¿qué tendría de malo hacerlo un día entre la semana?”. Incluso sería hasta mejor, porque no tendríamos que abandonar la marcha y la juerga de los sábados y separarnos secretamente de la pandilla.
La idea la tuve el domingo. Y ese mismo domingo estuve tentada de llamar al móvil a Rafa. El lunes, viendo que se pasó un poco el interés (y además estaba cansada por el madrugón), pasé también de llamarle. El martes me tentó de nuevo de volver a hacerlo, pero me contuve y traté de pensar en otras cosas. Finalmente el miércoles casi sin darme cuenta me vi llamándole para quedar esa noche. Él aceptó encantado y me pasó a recoger. Era como si fuéramos novios, unos novios peculiares que jamás se habían dado un beso y que solo quedaban para llevar a cabo una fantasía pueril y tonta pero que a ambos les encantaba.
Ese miércoles todo se desarrolló exactamente igual que las otras veces. No tuve que pararle los pies en ningún momento pues no se sobrepasó nunca y respetó los límites. Sobra decir que, al igual que las anteriores experiencias, a mí me encantó y excitó (aunque sí que eché de menos lo de no llevar los ojos vendados, eso le aportaba mucho morbo y excitación). Lo interesante vino después de realizar la fantasía cuando ya volvimos a casa. Él comenzó a decirme: “que conste que me encanta como vistes, que quede claro que me vuelve loco lo guapísima que estás siempre con tus camisas y jerseys así en plan pija y clásica. Eso me encanta. Me pone mucho”. No sabía a donde quería ir a parar. Le miré animándole a que siguiera hablando. Al cabo de unos segundos prosiguió hablando: “pero no sé, me gustaría que algún día vinieses vestida de otra manera, en plan mucho más sexy, más provocativa. Al fin y al cabo es una fantasía y se puede echar mano de la imaginación”.
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