El diario de Noa: capítulo 57º

Me desconcertó eso. No me lo esperaba. Pregunté: “¿A qué te refieres exactamente?” y él rápidamente respondió: “pues no sé, a ponerte un picardías, un ligero, un vestido muy escotado, cosas así”. Mi respuesta no se hizo esperar: “No. Ni hablar. Jamás me pondré esas cosas. No me gustan nada. Me parecen asquerosas, una degradación para la mujer y además no me da la gana.”. Respiré hondo y seguí hablando: “si no te gusta mi forma de vestir pues te aguantas. Creo que me queda genial y que tengo el suficiente estilo y buen gusto para no tener que cambiar.”. Rafa enseguida se dio cuenta que era una batalla perdida y comentó: “sí, sí. Si tu estilo me encanta. Así siempre tan pija y elegante. Eso me encanta. Pero era por cambiar un poco. Por darle más alicientes. Pero vamos, que yo disfruto mucho tal y como hasta ahora.”. Yo rematé la conversación diciendo “pues entonces no hay más que hablar. Estas cosas se hacen siempre en plan de buen rollo y en plan light, sino pues no se hacen”.

Esa noche me acosté orgullosa de cómo había sabido pararle los pies a Rafa y cómo le había dejado las cosas claras de cuáles eran los límites. Al fin y al cabo siempre seguiría siendo mi fantasía, no la suya, aunque ambos disfrutásemos por igual. Nuestra siguiente cita –si es que a esto se le podría llamar cita- iba a ser el domingo e, incluso, me atrevería a decir que estaba expectante, aunque cierta noticia del sábado iba a turbar este estado eufórico. Puede que no fuese una sorpresa para todos, pero desde luego para mí sí que lo fue, ya que fui tan estúpida de no verlo venir. Edu empezó a salir con una chica. No era de la pandilla. Era una amiga del gimnasio al que iba con la que empezó a tontear y la cosa fue a más. Ya en algún botellón oí comentar algo acerca de ella, pero no esperaba que la cosa fuese en serio.

Esta noticia me nubló y descolocó. ¿Estaba celosa? Ummm, no sé, es posible que sí. Lo cierto es que en los últimos meses mi fascinación adolescente por Edu había prácticamente desaparecido. Desde los susurros iniciales de Rafa todo había cambiado mucho para mí, por no decir todo lo que habíamos avanzados con nuestra fantasía en el chalet. Por lo que en cierta manera todo lo de Edu estaba ya prácticamente olvidado y ya no ejercía ninguna embrujo en mí. O al menos eso pensaba. Creía que había madurado pero aquel sábado me demostré a mi misma que aún seguía arrastrando muchos sentimientos con respecto a él. No sé cómo no lo vi venir el que esto podía llegar a pasar. Todos teníamos en la pandilla entre 17 y 18 años, era normal empezar a echarse parejas y tener relaciones esporádicas.

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