Ya totalmente convertida, coletero incluido, en una colegiala se podría decir que empezaba oficialmente la fantasía. La respiración de Rafa era, sin ningún género de dudas, más acelerada que de costumbre y, para ser sincera, supongo que yo también estaba más inquieta de lo habitual. Desde que me pasó aquel memorable hecho con Edu en la fiesta de mi casa a los 14 años había realizado esta fantasía o juego ya muchas veces, pero una nunca acaba de acostumbrarse del todo a esto. Por ello, al tumbarme en la cama y hacerme la dormida me sentí más nerviosa que otras veces y me molestó esta intranquilidad pues quería disfrutar cada momento con la calma, sosiego y placidez de siempre. Rafa debió detectar mi estado alterado porque enseguida empezó a susurrarme al oído: “No estés nerviosa, tranquilízate, esta niña tan preciosa no tiene porque estar preocupada por nada. Solo déjate llevar. Solo disfruta y solo vive cada momento con intensidad. Verás como te acabará gustando mucho”. En momentos como esos pensaba que Rafa me conocía mucho mejor que yo a mí misma. Y quizás fuese cierto.
Una vez tumbada en la cama, y ya tranquilizada, mi sensación de hacer el ridículo vestida así desapareció por completo. Simplemente me dejé llevar. Cerré los ojos, fingí estar dormida y esperé a que Rafa me demostrase todo el deseo y ardor que llevaba dentro. No pudo empezar de manera más dulce, pausada y relajada, pues solo paso sus dedos lentamente por mis labios y por mi cara. Recorría todo mi rostro y lo disfrutaba cada segundo, lo saboreaba y parecía como si quisiera atesorar cada instante, cada caricia. Hacía ya muchas semanas que no dedicada tanto tiempo solo a mi cara, y a mí me gustó, lo agradecí. Me pareció especial y hasta sensual, sobre todo cuando jugaba con mis labios y mi pelo. Desde luego estos preliminares no podían ser más prometedores.
Sus dedos dejaron de pasar por mi cara y empezaron a bajar sutilmente, primero por mi cuello, luego por encima de la rebeca, luego por mi falda y finalmente por mis piernas. Los recorrió a gran rapidez. Como si fuese solo una primera pasada de reconocimiento. Un primer contacto. Como si necesitase degustar y paladear esa ropa de colegiala. Como si necesitase cerciorarse de que de verdad estaba vestida así y que por fin su fantasía se haría realidad. Sin previo aviso, acercó sus labios a mi barriguita y la besó por encima de la rebeca. Dio incontables besos. No parecía querer moverse de ahí. Y sí que se movió, pero a un ritmo tan lento, pausado y relajado que parecía no moverse. Subía apenas un centímetro por segundo. Fue besando subiendo por todo mi cuerpo. Besando la rebeca hasta conseguir, al cabo de mucho tiempo, llegar a mi cuello. Apartó un poco el cuello de mi camisa y me besó directamente en mi cuello. Yo me sobrecogí. No me lo esperaba. No debió contentarle ese simple beso pues me dio otro beso, y luego otro, y así sucesivamente hasta que al final estaba besando en ese lado del cuello de forma ininterrumpida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario