El diario de Noa: Capítulo 67º

Esta nueva ubicación pareció satisfacerle mucho más pues intensificó los masajes sobre mi cuello y sobre todo sobre mis pechos, acariciándome ambos por encima de la rebeca. No paraba de hablar: “Joder, que guapa estás con esta rebeca, que preciosa, te queda de maravilla, estás buenísima, eres una diosa, me vuelves loco”. Paraba durante unos segundos de hablar y al cabo de un rato volvía otra vez: “umm, eres mi colegiala, mi colegiala preciosa, miniña preciosa, que buena estás y que bien te queda el uniforme, no te podría quedar mejor. Te sienta de maravilla, eres la colegiala más preciosa del mundo y sin duda la más sexy y sensual del planeta”. No voy a negar que me agradaba escucharle. Me motivaba e incluso me excitaba un poco tanta pasión fetichista hacía mí. A pesar de que se estaba centrando solo en mis pechos, yo no dejaba de tener un cosquilleo excitante por todo el cuello y cierto ardor por todo mi cuerpo. Notaba como
empezaban a hervir mis hormonas y como, al no tener visión por culpa de la venda, mi inquietud y nerviosismo aumentaba considerablemente.

De repente Rafa empezó a mascullar algo así como: “umm, esta rebeca, esta rebeca azul, esta rebequita de colegiala que tanto te gusta ponerte porque sabes que te queda muy bien y sabes que me vuelve loco”. Empezó a recorrer los botones de la rebeca con sus dedos uno por uno. Era una rebeca de botones grandes por lo que quedaban solo unos 3 abrochados. Y pronto quedaría solo uno. Pues con gran delicadeza, lentitud y degustando el momento me desabrochó dos más. Yo no me asuste. En todas nuestras anteriores fantasías siempre me acababa subiendo el jersey o desabrochando la rebeca siempre que llevara una camisa o camiseta debajo. Por lo que ese hecho era el más habitual y cotidiano entre nosotros. Pero, aún así, sentí cierto nerviosismo y alteración. ¿Sería por que nunca antes él había estado sentado a horcajada encima de mí? ¿Sería por estar vendada? ¿Sería por que la fantasía de la colegiala le motivaba y excitaba mucho más? Fuese lo que fuese, a mí me inquieto más de lo normal.

A pesar de tener todavía un botón abrochado, Rafa abrió la rebeca lo máximo que pudo y de nuevo empezó a hablar a modo de susurro: “umm, esta camisa blanca, esta preciosa camisa blanca de colegiala que tan fabulosamente te queda. Estás preciosa con ella. Te queda de maravilla. Que guapa estás con esta camisa. Umm, me vuelves loco así vestida”. Yo me sentía más excitada que de costumbre, la situación no era más erótica ni sensual que las otras veces, pero supongo que el hecho de tener los ojos tapados me estimulaba mucho más de lo esperado y potenciaba la intensidad del momento. Rafa no paraba de hablar para sí mismo. No paraba de hablar de la rebeca y de la camisa, sobre todo de la camisa, y realmente debía motivarle mucho pues de repente con ímpetu se tiró al cuello de mi camisa y empezó a morderla, a comerse el cuello. De vez en cuando, apartaba el cuello de la camisa, y me daba chupetones y mordisquitos en mi propio cuello.

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