El diario de Noa: Capítulo 68º

Estaba tan concentrada y ensimismada con los intensos besos en mi cuello que no me percaté que puso sus dos manos sobre mis pechos y empezó a acariciarlos por encima de la camisa. No lo hizo de forma sutil y delicada como otras veces. Al contrario, abrió completamente las palmas de sus manos y me acarició y tocó con la mano totalmente abierta. No voy a negar que eso me excitó, me descolocó y la exuberante sensualidad del momento nubló mi mente por unos momentos. Sentía un ardor agradable e intenso por todo mi cuerpo. Sobre todo en mis pechos y en mi cuello. La temperatura empezó a subir de forma escandalosa. Era increíble que con lo fría que era esa noche invernal, y más aún en el chalet sin calefacción, tuviese tantísimo calor y ardor en mi interior. Pero ese calor iba a subir todavía más grados pues Rafa se disponía a realizar la parte que más me gustaba siempre: desprenderme poco a poco la camisa de la falda.

Desde que Rafa y yo empezamos con esto de las fantasías un par de meses antes siempre me había encantado el momento que desprendía la camisa o la camiseta del pantalón o la falda. Es mi momento preferido y el más excitante, pero iba a conseguirse que fuese incluso más intenso, al estar potenciado por estar vendada, y así obtener un climax mucho más brutal. Él permanecer ciega, con la inquietud y desorientación que eso produce, hizo que todo el proceso de desprender la camisa de la falda fuese una eternidad de placer, regodeo, goce y pura deleitación. Nunca sabré porque me excitaba tanto eso de desprender la camisa, pero lo cierto es que me volvía loca. No sé cuántos segundos duro el proceso hasta que consiguió sacar totalmente la camisa por fuera de la falda, solo sé que a mí me pareció que fueron horas en vez de segundos. Eso sí, horas de puro goce y excitación. En cierta manera me debía sentir orgullosa de que este simple placer fetichista tan tonto pudiese disfrutar tanto. Pero así era.

No sabía si Rafa estaba disfrutando, supongo que sí pues desde un principio le emocionó y entusiasmo la fantasía de vestirme de colegiala, pero podía asegurar que hasta ahora yo estaba saboreando tanto cada uno de los momentos que dudo que él pudiera superarme en disfrute y goce. En cierta manera, yo era una ignorante de mi propia sensualidad (al fin y al cabo solo tenía 17 años y en muchos aspectos seguía siendo muy niña e inmadura), pero esa noche especialmente descubrí, gracias sobre todo a los besos y chupetones en mi cuello y a las caricias continuas sobre mi pecho, las altas cotas de sensualidad que podía experimentar. Supongo que todo era una combinación de muchos factores: fetichismo, sexualidad, sensualidad y juegos preliminares, pero la mezcla de todos estos ingredientes me estaba haciendo disfrutar más de lo que nunca me plantee.

No hay comentarios:

Publicar un comentario