De todos modos, ese mismo sábado tuvo otro aliciente que me quitó de la cabeza, al menos momentáneamente la bordería e indiferencia de Rafa, y es que Edu vino con su novia al botellón y aprovechó para presentárnosla. Graciela, que así es como se llamaba, no es que me cayese mal, pero el que estuviese saliendo con Edu era motivo más que suficiente para tener cierta animadversión hacía ella. Era una chica rubia de pelo rizado y cara redonda. Se notaba que se machacaba en el gimnasio porque se la veía fuerte y atlética. Sobre todo se notaba porque llevaba una minifalda que mostraba las patorras musculosas y fuertes. Supongo que en parte se podía decir que era mona y que tenía algo de encanto, pero Edu podría haber salido con cualquier otra chica mucho más guapa, interesante o que estuviese más buena. ¿Por qué salía con esta chica? No lo sé, nunca tuve el menor interés en descubrirlo y no iba a mostrar públicamente interés por el tema solo para saciar mi curiosidad.
Lo que verdaderamente me molestó de esa noche fue que un determinado momento estábamos un grupo reducido de chicas hablando entre nosotras y Sara dijo algo así: “Bueno, quien sabe, a lo mejor Edu y Graciela han pasado a hacer cosas mayores, al fin y al cabo los dos tienen ya 18 años”. Eso me alteró. Me perturbó. Sobre todo me irritaba el hecho de que por tener 18 años ya podía llevar a cabo acciones muy atrevidas, mientras que nosotras con solo 17 años todavía éramos solo unas crías que no pasábamos de tontear. En ese momento me entraron ganas de alardear y fardar de mi aventura fantasiosa con Rafa y de que hacíamos cosas no tan light. Me mordí la lengua y seguí manteniendo mi secreto y mis aventuras clandestinas. Pero, por otro lado, sí que me sentí poderosamente celosa solo de imaginarme que Edu hiciese algo serio con Graciela. Tuve celos. Celos de verdad. Por supuesto, nunca me reconocí a mi misma en esa época que estaba celosa, pero sí que lo estaba.
Lo que verdaderamente me molestó de esa noche fue que un determinado momento estábamos un grupo reducido de chicas hablando entre nosotras y Sara dijo algo así: “Bueno, quien sabe, a lo mejor Edu y Graciela han pasado a hacer cosas mayores, al fin y al cabo los dos tienen ya 18 años”. Eso me alteró. Me perturbó. Sobre todo me irritaba el hecho de que por tener 18 años ya podía llevar a cabo acciones muy atrevidas, mientras que nosotras con solo 17 años todavía éramos solo unas crías que no pasábamos de tontear. En ese momento me entraron ganas de alardear y fardar de mi aventura fantasiosa con Rafa y de que hacíamos cosas no tan light. Me mordí la lengua y seguí manteniendo mi secreto y mis aventuras clandestinas. Pero, por otro lado, sí que me sentí poderosamente celosa solo de imaginarme que Edu hiciese algo serio con Graciela. Tuve celos. Celos de verdad. Por supuesto, nunca me reconocí a mi misma en esa época que estaba celosa, pero sí que lo estaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario