Habían pasado como 10 días desde la inolvidable noche de vestirme de colegiala y desde entonces no había vuelto a saber nada de él. Me había ignorado por completo y todo parecía indicar que nuestro rollo fantasioso había pasado ya a la historia. Por eso me sorprendí tanto cuando recibí un escueto SMS suyo que decía: “Espérame mañana a la puerta de tu instituto a la hora del recreo”. Mi primera reacción fue pensar: “Anda, que le den por saco, se va a creer este tío que me va a tener a su disposición cada vez que le de la gana. No pienso ir”. A pesar de lo convincentes que resultaron mis palabras, fue mayor la curiosidad y al acostarme esa noche no hacía más que preguntarme: “¿Para qué querrá quedar justo a esa hora?”. Tardé en dormirme. La curiosidad me desveló y de repente me sentí como una niña pequeña ilusionada por saber qué me esperaba a la hora del recreo.
Me levanté esa mañana y nada más encender el móvil me saltó un nuevo SMS. Por supuesto dicho SMS era también de Rafa y era igual de enigmático y escueto: “vístete hoy con tu jersey gris y tu camisa rosa claro”. Aunque estaba medio adormilada al leerlo me impactó. Por una parte me gusto el morbo fetichista de que me indicase cómo quería que me vistiera, pero por otra parte me cabreó el recibir órdenes de él. ¿Quién se creía para darme órdenes y tener que hacer yo lo que él quisiera? Nosotros no éramos novios ni nada, ni tan siquiera teníamos un rollo. Simplemente éramos dos personas que se juntaban para llevar a cabo fantasías, pero solo eso. No tenía ningún derecho para imponerse y menos aún para mandar esos SMSs tan imperativos. Me cabreó y decidí totalmente pasar de él y a la hora del recreo le ignoraría por completo.
Poco podía fiarme de mi misma, pues tras ducharme me quedé embobada mirándome en el reflejo del espejo y asaltándome muchas ideas y reflexiones, pero una destacaba sobre todas ellas: la curiosidad. Sí, me podía la curiosidad y no hacía más que cuestionarme el porqué de ambos SMSs. Al final mi curiosidad pudo conmigo y me acabé vistiendo tal y como me dijo. Durante las clases de esa mañana estuve ida, despistada y muy pensativa. No conseguí concentrarme en ningún momento y eso me enojó, porque yo ante todo soy una buena estudiante y no me agrada en absoluto que por tonterías de este tipo pierda la concentración. Me gusta separar de forma total mi vida estudiantil de mi vida personal. Por lo que me obligué a prestar atención en clase y olvidarme de todo esto, al menos hasta la hora del recreo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario