El diario de Noa: Capítulo 79º

Viendo que no decía nada, Rafa me apremió: “Venga, que queda poco tiempo, venga, hazlo, será guay, verás como a ti también te gusta esta fantasía”. Recuerdo perfectamente como me mordí los labios en plan indecisa y un poco abrumada por llevar a cabo esta fantasía tan peculiar. De nuevo volvió a decir: “Venga, ¿lo vas a hacer o no? ¿O es que te da corte?”. Yo dije: “No, no, no es eso, es que…”, me quedé parada, no tenía ninguna excusa ni pretexto razonable que dar y pensé: “¿Por qué no? Puede tener su morbo y además tiene los ingredientes fetichistas que tanto me gustan a mí”. Por lo que me levanté el jersey y muy rápidamente me desabroché la camisa del todo y me volví a bajar enseguida el jersey. Lo hice tan rápido que no creo que ni le diese tiempo a Rafa ni a verme el color del sujetador. Tras hacerlo él sonrió y dijo: “Genial, y ya sabes, así hasta que te acuestes esta noche, luego ya otro día me contarás qué tal la experiencia”. No supe que decir a eso pero tampoco es que él esperase ninguna respuesta mía.

Salimos del almacén y nos separamos. Yo volví al colegio y si antes estaba desconcentrada en clase ahora lo estaba mucho más. No podía dejar de pensar en que Rafa estaba pensando todo el rato que bajo el jersey tenía la camisa desabrochada. Nadie más lo sabía ni podría saberlo pero que él lo supiera me hizo sentir un escalofrío e incluso hasta excitarme un poco. En el fondo, aunque pasaba mucho de él y le trataba con desdén, nadie como Rafa conocía mejor la naturaleza de mis fantasías y qué las hacía tan especiales. Sabía darme justo lo que me gustaba y en ese aspecto me conocía incluso mejor que yo misma. Cumplí a rajatabla lo prometido. Permanecí con la camisa desabrochada hasta que me acosté. Y al intentar dormirme sentí deseos de volver a repetir la misma experiencia (o alguna similar) otro día, aunque claro, esto era algo que jamás revelaría a Rafa pues mi orgullo me lo impediría siempre.

El siguiente sábado, durante el botellón, se cruzaron más de una vez las miradas entre Rafa y yo, algunas de dichas miradas fueron penetrantes. Creo que leyó perfectamente en mis ojos que estaba dispuesta a acometer alguna de esas nuevas fantasías tan originales y curiosas. Más vale que lo leyera en mis ojos, pues esas palabras nunca saldrían de mi boca. De todos modos el jugueteo de miradas duró poco, porque hubo algo en ese botellón que enturbió la noche: Edu y Graciela. A pesar de augurarles un futuro poco halagüeño lo cierto es que ya llevaban varias semanas saliendo y, aunque eran muy discretos (pues nunca se morreaban y mostraban actitudes cariñosas o amorosas ante lo demás), yo me sentí incómoda por la presencia de ella. Pero no fue eso lo que más me acabó cabreando de ese sábado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario