El diario de Noa: Capítulo 81º

Por lo que seguimos un rato más de charla. De repente él se despidió y volvió con su grupo de amigos. Un poco contrariada volví con mi pandilla, pero esta sensación de desconcierto duró poco, pues al cabo de un minuto se me puso a bailar a mi lado y a insinuarse más abiertamente. Antes de que nos diéramos cuenta estábamos tonteando y riéndonos conjuntamente de forma descarada, y aprovechando para agarrarnos mutuamente el brazo el uno al otro. En este cortejo discotequero estaba claro que apenas quedaban unos minutos para enrollarnos. Y así fue. Yo me volqué totalmente. Debo reconocer que él me gustaba mucho físicamente y que lo hice con gusto, pero lo que más satisfacción me dio fue saber que ese morreo brutal lo estaban viendo todos los de la pandilla, inclusive Edu. Eso me proporcionó un gran placer y así acallaba de una vez por todas los absurdos chismorreos acerca de que no me comía un rosco.

Carlo volvió a insistir en salir a tomar el aire y esta vez yo accedí. De camino a la salida mi mirada se cruzó con la de Rafa que se encontraba en la barra. Ni me acordaba de que también había entrado en la discoteca, pero no parecía ni disgustado ni molesto de haberme enrollado con Carlo; al contrario, tenía su característica media sonrisa como si se alegrara por mí. Como si asumiese que lo nuestro de las fantasías iba por un lado y el resto de mi vida social/sentimental/sexual iba por otro. De todos modos pronto me olvidé de Rafa y me agarré bien a la mano de Carlo. Estaba dichosa, pletórica y muy contenta de haberme enrollado con él y me apetecía seguir haciéndolo más en la intimidad.

Carlo y yo nos fuimos agarrados de la mano hasta una plazoleta cercana donde había otras parejas enrollándose. Nos sentamos y empezamos de forma natural y espontánea a besarnos. Al principio de forma lenta y saboreando cada beso, y luego de forma apasionada y visceral comiéndonos el uno al otro. Yo no me reconocía a mi misma en esa pasión, lujuria y entrega. Quizás es que estaba más necesitada de lo que yo creía y lo de Carlo no fue solo un rollo para demostrar públicamente que me podía enrollar con el chico más guapo e interesante. Fue un proceder muy apasionado por parte de ambos, pues nos comimos mutuamente e incluso hasta hubo chupetones. Él me tenía agarrada con una mano por la cintura y con la otra mano acariciaba mi pierna por encima del pantalón. Y noté perfectamente como fue conduciendo dicha mano hacía mis muslos, aunque nunca se acercó lo suficiente como para llegar a alterarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario