El diario de Noa: Capítulo 83º

Mi affaire con Carlo no es que fuese apasionante pero sí que me dejó un buen sabor de boca. Mi proceder con él fue una experiencia interesante y durante la semana siguiente pensé en él más de una vez. Mis pensamientos se vieron interrumpidos a mediados de la semana con un SMS de Rafa que me decía: “¿podemos quedar esta noche a las 9 en tu portal?”. Tardé varios minutos en responder, no por hacerle esperar, sino porqué no sabía qué responderle. Finalmente respondí con un escueto: “ok”. Esa tarde traté de concentrarme en el estudio, y casi lo conseguí, pero solo a ratos porque la desconcentración se adueñaba de mí cada dos por tres. Y esto me fastidiaba mucho, pues yo siempre he sido una estudiante excepcional y desde que Rafa entró en mi vida mi nivel de concentración había bajado alarmantemente.

A las 9 me encontraba en mi portal y mi maldita puntualidad que tanto me caracterizaba me hizo una mala pasada, pues Rafa no apareció hasta por lo menos las 9,07 y en esos 7 minutos de espera me dio tiempo de comerme la cabeza una y mil veces acerca del propósito de quedar entre semanas. Una vez apareció a la cita (uff, que mal rollo me da llamar a eso cita, pues lo que hubo entre Rafa y yo nunca fueron citas en el sentido estricto de la palabra) nos fuimos a tomar algo a un bar cercano. Sentados en la mesa de dicho bar empezó a contarme. Empezó preguntándome acerca de mis opiniones sobre las fantasías que habíamos realizado juntos, sobre todo la de la colegiala, y cuáles eran mis emociones, sentimientos y sensaciones respecto a ellas. Yo fui bastante franca y me sinceré bastante, insistiendo que mientras las fantasías siguiesen siendo en plan light y con un toque fetichistas a mí me seguirían gustando. Él asentía con la cabeza según yo iba hablando.

Una vez terminé de comentarle, me preguntó directamente: “Y la fantasía de llevar el otro día la camisa desabrochada todo el tiempo ¿te motivó? ¿te puso?”. No quise darle el placer de escuchar de mis labios cosas como “me puso” ó “me excitó” por lo que en un tono indiferente le dije: “bah, fue una tontería, no estuvo mal, pero tampoco nada del otro mundo”.  Entonces Rafa matizó la pregunta: “es decir, ¿qué mis propias fantasías te gustan o divierten tanto como las tuyas propias?”. Eso no era así, la mía de hacerme la dormida siempre era muchísimo mejor que cualquiera de las suyas, por lo que contesté con un neutro “bueno”. Él medio sonrió y me susurró: “Te voy a contar una historia. A ver qué te parece”. Me desconcertó lo de la historia pero aún así asentí en plan expectante por esa historia que quería contarme.

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