Rafa empezó a narrar, en un tono solemne y pausado su historia: “Todo ocurrió en el mes de Febrero de hace cuatro años, yo tenía solo 15 años y había una chica en mi clase en la cual nunca había reparado antes. Por supuesto que la conocía pues todos en clase nos conocíamos, pero nunca me había llamado la atención físicamente a pesar de que a esas edades se está con las hormonas revolucionadas”. Yo asentí con la cabeza para darle a entender que le escuchaba con toda mi atención, lo cierto es que la historia prometía. Rafa prosiguió con la historia: “A pesar de ser Febrero, ese día hizo un sol primaveral magnífico y nuestro profesor de Filosofía tuvo la brillante idea de dar la clase al aire libre, fuera del aula, pues decía que la Filosofía se entiende y asimila mejor en plena Naturaleza. Por lo que todos en plan asilvestrados nos salimos fuera e hicimos un circulo a dar la clase allí al aire libre entre muchas bromas, cachondeo y puyitas por lo novedoso del asunto”. La historia de Rafa cada vez me desconcertaba más, no sabía a dónde quería ir a parar.
A pesar de que debía tener yo una cara de desagrado, Rafa continuó con la historia: “A pesar de tenía solo 15 años tuve muchísimo deseo sexual hacía Mamen esa mañana. Fue como un despertar, un deseo que estaba acumulado durante el Invierno y que esa mañana primaveral estalló al quitarse ella el jersey. Deseé con todas mis fuerzas que se arremangase la camisa o se la desabrochase un poco, pero claro, esto nunca paso. Fue uno de los momentos de mayor impulso y deseo sexual de mi vida”. Por fin calló y dio por terminada la historia. No sabía qué quería obtener comentándome esa historia. Lo que sí sé es que me cabreó porque me hizo sentir celos de toda la narración aunque hubiese ocurrido años antes. Viendo que yo no decía una palabra, Rafa abrió la boca y dijo con seguridad en sí mismo: “¿No te parece una fantasía ideal para repetirla ahora?”.
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