Estas comeduras de tarro me agobiaron tanto que el siguiente fin de semana no salí, alegando que estaba enferma, con tal de no ver juntos a Graciela y él. Y eso que reconozco que cuando estaban en público eran muy comedidos, indiferentes y no manifestaban mucha pasión entre ellos, pero incluso eso me mosqueaba pues pensaba ¿se mostrarán así de comedidos, desapasionados e indiferentes porque no hay chispa entre ellos o, por el contrario, porque están tan saciados el uno del otro en la intimidad que no tienen fuerzas para mostrarlo en público? Cogiese el camino de reflexión que cogiese siempre acababa todavía comiéndome más el tarro. En parte era normal, era una adolescente de 17 años con las hormonas revolucionadas y con una obsesión desde los 14 años que no acababa de exorcizar. Por tanto, pensaba: “Si tengo yo todavía mi fantasía principal con Edu sin exorcizar ¿por qué narices voy a complacer a Rafa con las suyas que son menos importantes?”.
Los acontecimientos se iban a desarrollar mucho más velozmente al cabo del fin de semana siguiente. Primeramente el viernes estábamos haciendo un botellón toda la pandilla y planificando la barbacoa que íbamos a hacer el sábado en mi chalet. Nos lo estábamos pasando bien y la barbacoa/fiesta del sábado prometía ser divertida y memorable. En un momento dado nos quedamos un grupo de chicas hablando entre nosotras, no me acuerdo exactamente de qué estábamos hablando pero el tema giraba en torno a que todos los portátiles ya llevan incorporadas webcams. En ese momento Sara, en un comentario desafortunado, dijo jocosamente: “pues había que poner entonces la webcam del portátil de Edu cuando esté con Graciela, que seguro que se grabarían cosas muy jugosas y espectaculares”. No sé qué me molestó más, si el comentario de Sara o que todas las demás la rieron las gracias. A mí no me hizo nada de gracia y se me notó en el rostro. Intenté disimular e incluso intentar hacer otro comentario para seguir animando la ocurrencia. Pero no salió nada de mis labios. Nada podía ya salir pues mi maldito cerebro empezó atropelladamente a comerse la cabeza y a agolparse los pensamientos por el dichoso comentario de Sara.
Se me aguó completamente la noche del viernes. No dejé de dar vueltas acerca de que posiblemente Edu y Graciela se lo montaban con más asiduidad de la que me gustaría imaginarme. Y, sobre todo, que cuando se lo montaban llegaban hasta el final. Eso me descolocaba y cabreaba. Supongo que en mi mente yo a Edu y Graciela me los imaginaba siempre como una pareja impoluta, inmaculados y que nunca pasaban de unos simples besos. Sé que era absurdo pensar eso, más aún teniendo ella ya 17 años y él 18, pero yo me convencía a mi misma de que era así. Además, como nunca en público manifestaban su deseo mutuo pues eso reforzaba mi teoría. De nada sirvió que intentase en ese momento convencerme a mi misma de lo contrario, pues el maldito comentario de Sara había desatado mi imaginación y ya me los imaginaba a los dos dando el gran paso, si es que ya lo habían dado antes.
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