Si perturbador fue el viernes por dicho comentario, no mucho mejor fueron los acontecimientos del sábado en la barbacoa/fiesta. Durante las primeras horas fue una gozada de muchas risas, entretenimientos, música, bailes, juerga, comilonas y desmadre, el problema fue que, según fueron pasando las horas, las cervezas que habíamos estado tomando durante todo el día empezaron a hacer su efecto y nos empezó a todos a dar un poco el bajón después de tantas horas a un ritmo frenético de cachondeo en el chalet. El detonante fue previsible. Apenas había reparado en Edu y Graciela a lo largo de todo el día, pues ambos se comportaron como siempre en plan discretos y moderados sin mostrar sus cariñitos en público. Pero, como a las 10 de la noche en pleno bajón, percibí perfectamente como Graciela se puso en plan melancólica, melosa y cariñosa con Edu. Un beso ocasional en los labios, un abrazo y otras muestras de cariño nada disimuladas. Aunque lo que disparó todas mis alarmas fue cuando se levantaron y se metieron dentro del chalet.
En un estado de rapidez mental fulminante me levanté yo también con la excusa de ir al baño. Más me valdría haberme quedado en mi sitio, pues aunque me dirigí al baño para dar crédito a mi pretexto pude ver perfectamente como Graciela y Edu se estaban enrollando apoyados en la puerta de una habitación. Además enrollándose en plan bestial, hasta el punto que vi claramente como ella llegó a posicionar su mano en su entrepierna y llegó a acariciarla por encima del pantalón. Eso me hizo explotar. Me metí corriendo en el cuarto de baño y me encerré allí, pero no precisamente para orinar, sino para sumergirme en todos los pensamientos y emociones que me estaban asolando. No sé qué paso todo el tiempo que estuve en el cuarto de baño (que fue mucho) solo sé que me pregunté más de una vez: “¿habrán tenido el valor de abrir la puerta de esa habitación y haberse metido allí a follar?”. Me carcomía esa cuestión. Estaba sumamente nerviosa y me obligaba a no dejarme llevar por la imaginación, porque a lo mejor no habían pasado de un simple morreo pasional.
En un estado de rapidez mental fulminante me levanté yo también con la excusa de ir al baño. Más me valdría haberme quedado en mi sitio, pues aunque me dirigí al baño para dar crédito a mi pretexto pude ver perfectamente como Graciela y Edu se estaban enrollando apoyados en la puerta de una habitación. Además enrollándose en plan bestial, hasta el punto que vi claramente como ella llegó a posicionar su mano en su entrepierna y llegó a acariciarla por encima del pantalón. Eso me hizo explotar. Me metí corriendo en el cuarto de baño y me encerré allí, pero no precisamente para orinar, sino para sumergirme en todos los pensamientos y emociones que me estaban asolando. No sé qué paso todo el tiempo que estuve en el cuarto de baño (que fue mucho) solo sé que me pregunté más de una vez: “¿habrán tenido el valor de abrir la puerta de esa habitación y haberse metido allí a follar?”. Me carcomía esa cuestión. Estaba sumamente nerviosa y me obligaba a no dejarme llevar por la imaginación, porque a lo mejor no habían pasado de un simple morreo pasional.
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