El diario de Noa: Capítulo 110º

Debo reconocer que me hacía vibrar con intensidad y seguramente puede que mis pezones se endureciesen, lo cual me hizo sentir un poco de pudor por unos momentos. Me encantaba el estilo salvaje, brusco y apasionado con el que Edu se entregaba a mis pechos. La mezcla de acariciármelos al mismo tiempo que me los comía me excitó muchísimo, tanto psicológica como sexualmente. A mí, cada cierto tiempo, me invadía la realidad de que era el mismísimo Edu quien me estaba haciendo todo esto, lo cual me estimulaba muchísimo más. El factor psicológico de poder por fin tener algo con Edu (después de acumular tantos recuerdos, emociones y sensaciones a través de los años) me influía de forma brutal y me estimulaba mucho más. Por eso mi excitación era incluso más mental que física. Fuera lo que fuera, estaba disfrutando más que nunca, y eso era lo único que me importaba. Pero de repente algo nubló mi mente y bloqueó todo el placer que estaba acumulando hasta entonces. Volvió a mi mente la maldita imagen de esa noche en que Graciela acarició la entrepierna de Edu por encima del pantalón. Se me incrustó esa imagen y me empezó a apedrear la obsesión de Graciela una vez más. Me cuestioné a mí misma ¿Hasta dónde habría llegado con Edu? ¿Hasta qué límite habrían llegado? Necesitaba saber la respuesta, mi mente necesitaba saberla y mi corazón desbocado, llenos de celos a rabiar, necesitaba tener la certeza de que no habían ido más allá de unos simples besos y caricias semieróticas.

Me encontraba totalmente bloqueada con esos pensamientos y reflexiones. Dejé de disfrutar de lo que me hacía Edu y hasta me sentí muy frustrada y desdichada. Esas dudas sobre la relación de Graciela y Edu no me dejaban ni respirar y ansiaba una respuesta. Sabía que sin la respuesta verdadera no podría esa noche seguir enrollándome con Edu. No podría. Sería superior a mis fuerzas. Como si mi mundo planificado durante tantos años se viniese abajo. Sé que puede parecer muy absurdo pero, en aquel momento, en plena adolescencia y con el ardor recorriendo todo mi cuerpo no podría continuar. Por lo que brusca y violentamente me separé de Edu y lo ajelé un poco de mí. Intenté respirar con calma al mismo tiempo que me colocaba la camiseta. El pobre Edu se quedó totalmente desconcertado y con cara de crispación. Estaba completamente ruborizado y con los ojos encendidos esperando expectante una explicación a mi reacción. Yo no sabía qué decir. Estaba bloqueada. Intenté decir algo pero no pude. Entonces, de forma totalmente espontánea y natural, me dejé llevar por mi instinto femenino y supe entonces exactamente lo que tendría que hacer. Sonríe y le besé en los labios para tranquilizarle y acto seguido fui yo quien le empujó contra la pared.

Nunca sabré por qué reaccioné así e hice lo que hice. Solo sé que mi instinto y mi intuición me guiaron en cada acción que llevé a cabo y que me ofrecieron justo la respuesta sincera y honesta que estaba demandando, justo lo que necesitaba oír. Intentaré contarlo tal y como ocurrió, pero fue todo tan rápido, acelerado y frenético que seguramente me dejaré cosas importantes en el tintero. Lo tenía arrinconado en la pared y estábamos besándonos con mucho sentimiento al mismo tiempo que nos tocábamos mutuamente el culo. De repente, yo dejé de tocarle a él y en unos pocos movimientos coloqué mi mano en su entrepierna. Su erección era notable y se notaba ya un bulto considerable en el pantalón. Empecé a acariciarle. Noté perfectamente como un calambrazo frío debió recorrer toda su espalda pues la movió de forma brusca y convulsiva, seguramente por lo inesperado que sería todo para él. Pero antes de que pudiera hacer o decir nada, le bajé la cremallera y metí mi mano dentro. Edu se quedó blanco, dejó de besarme y de acariciarme, hizo un gesto raro como de extasiado y solo se limitó a estirar el cuello como si le estuviese haciendo daño. Sabía que debía continuar hasta el final para obtener las respuestas que anhelaba, por lo que con total descaro bajé su calzoncillo y metí la mano dentro.

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