El diario de Noa: Capítulo 118º

De repente recapacité, no debía contarlo hasta que Edu cortase con Graciela, eso le haría mucho daño y yo no quería eso. No quería dañarla por nada en el mundo. Probablemente a esas horas ya quizás Edu hubiera hablado con Graciela y habrían cortado, pero no quería hacerlo hasta que tuviese la confirmación. Todos estos pensamientos me generaron mucha ansiedad, muchísima, pero debía contener y controlar mis emociones y seguir manteniéndolo en secreto unas horas más. Era ciertamente un notición para la pandilla, iba a ser la noticia del siglo y una sorpresa mayúscula para todo el mundo. Pues mi interés público por Edu siempre fue nulo e indiferente, y que ahora hubiese pasado todo esto seguro que descolocaría a más de uno y a más de una. Iba a ser un bombazo y la expectación por contarlo me generaba incluso aún más ansiedad. Pero si todo esto me generaba nervios y ansiedad no fue nada comparado con el nivel de agitación que me producirían las siguientes horas.

¿Y por qué dicha agitación? Pues porque empezó a mosquearme que fueran pasando las horas y no recibiese ni un simple SMS de Edu. Era rarísimo. Era algo muy extraño. Tampoco quería yo meterle prisa ni llamarle pues a lo mejor justo en ese momento estaba cortando con Graciela, pero mi impaciencia me estaba quebrando los nervios. A las 9 de la noche ya no pude esperar más. Estaba sumamente mosqueada y enervada, quería saber qué pasaba. Joder, era para estar agitada, apenas 24 horas estábamos los dos perdiendo la virginidad de forma maravillosa y ahora no tenía ni una sola noticia de él. Por lo que le llamé al móvil y la respuesta no es que tranquilizase mucho. Pues me contestó solo con monosílabos como dando a entender que en ese momento no podía hablar. Me dijo: “Luego te llamo, ¿vale?” y antes de que le respondiera ya me había colgado. Aunque seguía igual de disgustada y frustrada lo cierto es que me tranquilizó un poco ese “luego te llamo”. Por lo que esperé. Y esperé y esperé. Hasta que dieron las 10,30 y le volví a llamar. Me lo cogió enseguida y me dijo: “Sí, es que ahora no puedo hablar, estoy liado, ya te llamo ya mañana, ¿vale?”. Condescendientemente le dije que sí. ¿Por qué no podría hablar en ese momento? ¿Estaría cortando con Graciela justo en ese momento? Me obligué a no pensar más en ello y seguir intentando asimilar y racionalizar todo lo que había ocurrido en mi vida en los dos últimos días.

No es que Edu se diese mucha prisa en saciar mi curiosidad, pues hasta las 7 de la tarde del día siguiente no me llamó para quedar. Quedamos a las 8 y fuimos al bar enfrente de mi casa. Y, desde un primer momento, me olí algo raro al ver su cara y su expresión. Enseguida salí de dudas, pues fue honesto y sincero desde el primer momento. De forma muy resumida me vino a contar que no había encontrado el modo suave de decírselo a Graciela y que necesitaba más tiempo, que iba a cortar con ella y que solo quería estar conmigo, pero que necesitaba más tiempo para reorganizar sus ideas y hacerlo de tal manera que no la hiciera daño. Edu no se daba cuenta que, mientras evitaba hacer daño a ella, me lo estaba haciendo a mí. Pues de solo pensar en un simple beso en la boca entre ellos ya me carcomía el alma. Antes del domingo hubiera soportado cualquier gesto cariñoso o amoroso entre ellos, pero ya no podía, esto tenía que acabar cuanto antes. Mi cara debía ser todo un poema de frustración y decepción. Me sentí como una estúpida y hasta me arrepentía de haberle demostrado a Edu tan efusivamente lo importante que siempre fue para mí. Viendo mi consternación y disgusto me aseguró: “Te juro que durante el finde cortaré con ella. Este mismo finde ya estaremos juntos. Te lo juro”. Uff, eso fue como una losa para mí, para el fin de semana quedaban muchísimos días y la expectación hasta entonces se haría muy pesada y agobiante.

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