Al descubrir, por fin, la penosa personalidad cobarde e inmadura de Edu se me vino el mito abajo. Pensé: “¿Y este tío es la persona por la que me he obsesionado y que tanto me ha fascinado durante tantos años?” ¿Este niñato es el gran Edu al que subconscientemente tanto he idolatrado siempre?”. Sentí vergüenza de mi misma. Hasta ese momento no reparé que no conocía realmente a Edu. Que había creado en mi mente a un tipo de persona que realmente no existía y que, aparte de su belleza física, no tenía nada de interés como persona. Un niñato total. Cierto que yo con 17 años tampoco es que fuera un cúmulo de madurez, seriedad y sensatez, pero al lado suyo me sentí infinitamente más madura y superior. Lo vi como un niñato pequeño que no sabe afrontar los problemas y que no tenía los suficientes huevos para tomar decisiones de adulto. Mi frustración dio lugar a asco, y ese asco pasó a ser repulsión. Le miré a los ojos con despreció y le solté con puro veneno: “Allá tú. Tú sabrás lo que haces con tu miserable vida. Porque eso tenlo siempre claro, será miserable hasta que te mueras como no cambies esa corbadía que te caracteriza”. Y me alejé con la mayor dignidad posible de su lado.
No quería volver a saber nada de él. No quería. Sé que me darían en el futuro bajones y muchas tentaciones de intentar nuevos affaires entre nosotros, aunque solo fuesen para saciarnos sexualmente el uno del otro, pero también sabía que mi orgullo jamás me permitiría darle ese gustazo. Pretendientes nunca me faltarían, eso estaba claro, y sabía que poco a poco la obsesión por Edu iría mermando y calmándose, hasta que llegase un día en que desaparecería del todo. Ese sábado me sentí tan triste, cansada y agobiada por todo que no quise ni seguir de marcha. Me sentía más madura que nunca. Notaba como si al perder la virginidad el domingo anterior me hubiese ayudado a madurar y crecer mucho más rápidamente. Por lo que con gran entereza asumí lo imbécil y niñato que era Edu y me obligué a no pensar más en ello. Por supuesto que mi corazón tendría en el futuro muchas recaídas, eso era normal y comprensible, pero dejándome llevar por la cabeza y por el sentido común no dejaría que todo esto me aplatanase tanto que no volviera a reponerme. Eso jamás. Edu pasaba a la historia por fin. La historia con Edu estaba a punto de ser finiquitada para siempre. Desde cierto punto de vista era una pena inmensa que se acabase justo en el momento que empezó de forma tan espléndida, pero la vida está llena de estas inevitables mierdas.
Lo peor de todo es que el camino no iba a ser fácil. O, más concretamente, el propio Edu no me lo iba a poner fácil. Pues durante todos los fines de semana del mes de Mayo me estuvo lanzando miradas que no sabía cómo interpretar. En sus miradas no sé si quería realmente estar conmigo pero era tan débil de carácter que no quería cortar con Graciela o, por el contrario, simplemente le atraía un simple deseo sexual por querer repetir lo de aquel domingo. Fuera lo que fuera, tenía muy claro que nada se volvería a repetir y que ya me había hecho el suficiente daño por su inmadurez y niñatez cómo para seguir dándole oportunidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario