El diario de Noa: capítulo 123º

Yo, que siempre he sido muy previsora, planificadora y que lo suelo venir todo, no sé cómo no me di cuenta que ese fin de semana apenas había gente para salir, pues la mayoría de la gente estaba de vacaciones con sus respectivas familias o se habían ido a fiestas de ciertos pueblos donde tenían otros amigos o familiares. No sé cómo no reparé en que ese fin de semana apenas estábamos solo cuatro gatos para salir. Quizás sí que reparé, pero solo subconscientemente, y, como siempre, mi subconsciente es más listo y astuto que yo misma no dejó que me diese cuenta de ello. El hecho es que para el botellón nos juntamos solo 5 personas: Edu, Graciela, Rafa, Jennifer y yo. Eso era como estar en familia. Eso era muy peligroso para mis sentimientos y emociones. El estar así tantas horas tan cerca tanto de Edu como de Rafa fue una jugarreta del destino, y no sabía si estaba preparada para afrontar semejante casualidad. Pero, haciendo acopio de arrojo y valentía, decidí obviar la situación y pasármelo bien.

Y, hasta cierto punto, todo fue sobre ruedas. Pues el botellón, a pesar de ser tan pocos en la pandilla aquella noche, resultó ameno, agradable, divertido, entretenido y hasta genial. No quise pensar en ningún momento en mis historias con Edu, a pesar de que más de una mirada melancólica y significativa hacía mí se le escapó, y en mis historias con Rafa, el cual disimuló perfectamente en su papel de que nunca ha habido nada entre nosotros, con la discreción, responsabilidad y secretismo que siempre le caracterizó. Incluso hasta Graciela me cayó bien en algunos de sus comentarios y estuvimos en algunos momentos, de manera agradable, hablando solo entre nosotras de temas triviales de un sábado noche. El problema detonó cuando el botellón terminó y nos fuimos a un bar a bailar y tomar alguna otra cosa. Ese fue el momento oportuno aprovechado por Rafa. Debo reconocer que, aunque sus indirectas para volver a quedar para lo de las fantasías nunca habían cesado durante todo el Verano (a pesar de mis continuas negativas una y otra vez), Rafa llevaba ya un tiempo sin dar el coñazo con ello. Como si lo hubiese asumido que no volveríamos a quedar y siendo ya un simple amigo más de la pandilla.


El problema fue que, como de costumbre, consiguió descolocarme en un momento que estábamos los dos solos en la barra del bar. Por una parte me cabreaba muchísimo cómo solo con unas simples frases conseguía descolocarme, desconcentrarme o alterarme, pero, por otro lado, he de reconocer que me encantaba seguir sintiéndome tan deseada y anhelada por él. Básicamente se limitó a decir con su característico estilo de susurros: “Debo reconocerte que me encanta siempre como vistes durante todo el año. Pero en Verano con esas camisetas de tirantes, esos tops, esos shorts tan monos o esos vestiditos que llevas me vuelves más loco que nunca”. Iba a decir yo algo pero me interrumpió para seguir hablando él: “Y es que, sin que tú probablemente te des cuenta, llevas siempre la elegancia dentro de ti y todo te queda de maravilla. No es solo que tengas un cuerpo de puta madre sino que sabes vestir mejor que nadie en el mundo”. Este monólogo que se marcó me dejó anonadada. No iba a ser tan tonta de caer rendida en sus brazos por haber cogido el camino fácil del rollo fetichista, pero no podía negar que siempre me encantó en Rafa lo mucho que le gustaba mi forma de vestir y cómo eso le ponía más que ninguna otra cosa. El tío supo como captar mi atención y cómo hacer que le diese vueltas a la cabeza a todo lo que me dijo.

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