El diario de Noa: capítulo 125º

Después del bar, Rafa se quedó un rato hablando en la puerta con su tío. Yo no pude escuchar bien la conversación pues justo en ese momento me había llamado Jessica al móvil para contarme unas historias. De repente me di cuenta que estaba mintiendo a Jessica, pues le comenté que estaba con mis padres en vez de con Rafa y que en ese momento no sabía ni podría quedar más tarde con ella. ¿Por qué la mentí? Pues no sé, ni idea, a saber. No era mi intención hacerlo. Solo sé que me salió así. De todos modos no le di la mayor importancia, era solo una mentira tonta. Solo una mentira para así cimentar más mi historia de que entre Rafa y yo nunca había ninguna clase de relación especial y que prácticamente éramos unos desconocidos el uno para el otro. Cuando colgué el móvil Rafa estaba contento y entusiasmado, con mucha ilusión, no hacía más que agitar unas llaves que antes no tenía sus manos. Antes de que yo dijera nada me soltó: “Te voy a enseñar el pedazo gimnasio que se ha montado mi tío aquí al lado, es una pasada, es profesional a tope, yo pronto me vendré aquí a darme caña, porque le ha quedado guapísimo”.

Ciertamente el gimnasio estaba muy cerca del bar. Era una especie de almacén reconvertido en gimnasio amateur, pero vamos, en mi opinión no era nada del otro mundo: una bici estática, unas pesas, unos potros y poco más. Para ser amateur no estaba mal, pero vamos, que distaba una barbaridad de cualquier gimnasio profesional. No entendía el porqué del entusiasmo de Rafa por dicho gimnasio, a mí me pareció bastante normalito y simplón. Supongo que estas cosas a los chicos siempre les gustan más y se ilusionan más. Lo que si debo reconocer que era llamativo y destacable es que en una pared había colocado inmensos espejos que llegaban del suelo al techo. Eso era bonito. Eso era elegante y le daba un toque de distinción al gimnasio. Lo de los espejos era un acierto y eso sí que me gustó. Rafa enseguida se cercioró que me gustaba ese detalle, pues me pilló mirándome en uno de esos espejos de cuerpo entero. Sin el menor disimulo ni indecisión me agarró por detrás de la cintura y me dio un beso en la mejilla al mismo tiempo que decía: “seguro que hasta tú misma te sorprendes de lo guapísima que eres y de lo preciosa que estás con este vestido”. No supe qué decir. Me sentí un poco incómoda y violenta por sus comentarios, pero lo cierto es que me gustó que me alegrara el oído con semejantes piropos y también me gustó la dulzura y ternura del beso en la mejilla. Por lo que solo supe responder con una imprecisa sonrisa a su cariñoso gesto.


No solo mi tenue sonrisa consiguió disuadirle y desmotivarle, sino que no dejó a abrazarse a mí por detrás y siguió besando mi mejilla de forma tontorrona. Los besos se fueron turnando de mi mejilla a mi cuello, y noté su entrepierna demasiado pegada a mi trasero. ¿Por qué no reaccioné en ese momento? No lo sé ¿Sería que yo misma estaba deseando que pasara esto y no me daba cuenta? ¿Sería que mi dichoso subconsciente me estaba pidiendo a gritos volver a gozar con las fantasías fetichistas de Rafa aunque yo no fuese consciente de ello? ¿Sería que tras tantos meses de parón, salvo el simplón e impersonal morreo con Juanan, mis hormonas adolescentes estaban pidiendo volver a experimentar toda clase de sensaciones, aventuras, fantasías y affaires con Rafa? No lo sé. Ni idea. Si de mí dependiera estaba segura de que no quería volver a tener nada con él, pero claro, es lo malo de tener un subconsciente más perverso e inteligente que una misma. Además, el espabilado de Rafa siguió comiéndome el oído con cosas como: “El resto del año no hay ninguna chica que vista mejor que tú, siempre tan clásica, pija y elegante, pero en Verano es que están aún mejor, más sublime, con esos tops, camisetas de tirantes, shorts o con vestiditos tan guays como el que llevas hoy. Cuántas veces me he imaginado a lo largo de todo el Verano el poder acariciarte a través de uno de estos vestiditos que tanto me ponen. Me vuelves loco y lo sabes”. No, no lo sabía, pero con la pasión que expulsaba sus palabras no me quedaba ninguna duda de lo mucho que le ponía el rollo fetichista de los vestiditos y ropa veraniega.

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