El diario de Noa: capítulo 126º

Un factor importante por el cual no le paré los pies en ningún momento es porque me estaba agradando mucho la forma que, de forma cariñosa y tierna, me abrazaba por detrás. Era todo muy paternalista y sensible, todo muy afectuoso y dulce. Casi incluso diría que era un tono amoroso, lo cual era raro porque entre Rafa y yo nunca hubo sentimientos y solo existió el juego de las fantasías. De todos modos esta sensación de agradable ternura cariñosa en plan amoroso solo duró unos instantes, pues de repente me susurró al oído: “Por favor, dímelo, ¿qué llevas? ¿braguitas o tangas?” Esta frase acabó de golpe y rotundamente con todo el encanto hasta ese momento. Se me cayó la ilusión amorosa demostrada hasta entonces y pude comprobar, una vez más, que entre Rafa y yo solo había un punto en común: las fantasías sexuales. No se lo podía reprochar, al fin y al cabo era yo la que le metió en este rollo de fantasías y nunca hubo nada más que eso. Pero, esto no fue motivo suficiente, para que no me desagradase la pregunta. Y puesto que tan desagradable fue la cuestión, igual de desagradable y ruda fue la respuesta: “¿Y a ti que te importa? No me vuelvas en tu vida a preguntar algo así” y le corté en seco.

Puede que me pasase siendo tan brusca, seca, cortante y ruda, pero muy dentro de mí, a pesar de tener ya 17 años, seguía siendo esa niña de 14 años que solo quería disfrutar de las fantasías en plan inocente e ingenuo, solo en plan muy light sin palabras ordinarias y sin sobrepasar ciertos límites. Cierto que había perdido, unos meses antes, la virginidad con Edu y eso debería haberme hecho madurar en temas relacionados con el sexo, pero no fue así. En cierta manera, desde lo de Edu, había madurado en muchos aspectos, muchísimos, pero en otros seguía siendo una adolescente con unas convicciones algo clásicas y algo mojigata. No es que no me gustase el sexo, pues fui siempre más precoz y lanzada que cualquier otra chica de la pandilla (aunque siempre en secreto y en privado), pero me gustaba que fuese siempre muy poco a poco, muy lentamente, en plan siempre muy light y que hubiese mucho tacto, imaginación y buen gusto en cada momento. Quería que las fantasías siguiesen siendo muy comedidas y sin pasarse, y, sobre todo, nada de vulgarismos como nombrar mis braguitas o cosas así. Sé que suena absurdo decir eso teniendo ya 17 años, pero así lo pensaba.

Lo cortante que fui con Rafa causó su efecto. Pues no volvió a abrir la boca y simplemente siguió abrazándome por detrás y me siguió dando algunos besos por el cuello y la mejilla. Aunque Rafa, en el pasado, había a veces sobrepasado ciertos límites, lo cierto es que seguía siendo la pareja ideal para estos fines por lo fiel, dócil y sumiso que era cumpliendo las normas y reglas que yo quería imponer. Otro factor interesante y determinante por el cual le dejé que me siguiera abrazando fue porque jamás, hasta ese momento, había conocido a ningún otro chico que me conociese tan bien y supiese perfectamente lo que quería escuchar en cada momento. No solo por el rollo fetichista, sino porque me tenía muy calada y sabía qué necesitaba en cada instante, y esto sí que era importante. Desde el principio de nuestras relaciones (si a eso se le puede llamar relaciones) supo cautivarme y seducirme muy bien, y, sobre todo, mantener una confidencialidad absoluta respecto a lo nuestro. Eso eran muchos puntos a su favor. Por ello, no me desagradó ese abrazo ante el espejo tantos meses después desde nuestro último affaire.

No hay comentarios:

Publicar un comentario