El diario de Noa: capítulo 130º

Rafa comprobó perfectamente que su espontáneo plan para seducirme o cautivarme funcionó de maravilla (digo espontáneo porque realmente me pareció que improvisó justo en ese momento, al menos esa fue la impresión que me dio). Por lo que repitió lo del cuello varias veces, aunque luego paso al pelo, a mis labios o incluso a mi barriguita. No era tonta. Sabía que tarde o temprano haría lo mismo con mis pechos. Por una parte no me importaba que me los acariciara por encima de la camiseta (tal y como ya lo había hecho al hablar de mi barriguita), pero por otro lado no quería pasar ese umbral pues no me apetecía sobrepasar ciertos límites. Al fin y al cabo se podía decir que, desde cierto punto de vista, era nuestra segunda cita y aunque en el pasado, muchos meses atrás, habíamos llegado a mucho más, no me apetecía nada sobrepasar ciertas normas. Quería que siguiera siendo light y que no se desmadrase nada. Sé que esto le haría sufrir y le supondría una frustración, pero yo necesitaba ir a ese ritmo de poco a poco.

Y desde luego el momento no se hizo esperar, pues estaba yo ensimismada pensando esas cosas cuando Rafa empezó a decir algo así como: “Y qué decir de estos pechos tan preciosos. De estas tetitas académicamente perfectas. Que quedan fabulosamente tan bien en esta camiseta violeta. Nunca una camiseta de tirantes ha sido tan bonita y preciosa, y es gracias estos pechos tan maravillosos y jugosos. Te hacen tan elegantes y está tan guapa. Lo que yo daría por tocar esos pechos aunque fuese solo por un instante”. Y, como era de prever, colocó ambas manos sobre mis pechos y empezó a acariciarlos por encima de la camiseta. Noté como arrimó por detrás más su entrepierna a mi culo. Sabía que sí quería pararle ese era el momento preciso para hacerlo. Por lo que, aunque estaba disfrutando de las caricias, le cogí ambas manos y se las bajé a mi cintura. No quería que se sobrepasase. No quería que se saltasen ciertos límites y quería que todo fuese desarrollándose en plan light. Rafa debió ver venirlo porque no noté que se enfadase ni molestase por retirar sus manos. Aunque enseguida comprendí porqué no se molesto, pues breves segundos después volvió a colocar sus manos sobre mis pechos y volvió a acariciarlos.

Volví a colocar sus manos en mi cintura y viendo que no captaba la indirecta le dije expresamente: “Rafa, no vayas tan rápido, no te pases tanto”. Él debió pasar de mis deseos e intenciones pues solo me respondió con: “Es que solo quiero ver cómo se marcan los pezones en la camiseta, solo eso, quiero ver como se marcan tus preciosos pezones, solo eso”. Me molestó. Por lo que volví a ser mucho más rotunda y enfadada: “Pues te quedas con las ganas. Te he dicho que no. Si quieres respetar las reglas pues bien y sino pues no nos volvemos a ver”. Sé que todo puede parecer muy absurdo, pues solo unos meses antes hice con él cosas mucho más atrevidas y eróticas, pero en aquel momento necesitaba ir a cierto ritmo y no iba a consentir ningún exceso. Esta vez sí que debió molestarse porque se separó de mí y se alejó unos pasos en plan malhumorado. Después de unos incómodos segundos de silenció habló diciendo: “te juro que no te entiendo. Joder, que tienes 17 años, que ya no eres ninguna cría, ya te vale, estoy harto de que juegues así conmigo y que me manipules de esa manera”. No dije nada. Tampoco es que tuviera mucho que decir. De hecho creo que tenía razón y ni yo misma me comprendía ni entendía el porqué de mi comportamiento. ¿Seguía dolida por todo lo que paso en Abril con Edu? Pues sí, es posible, pero eso no era justificación para tratar así a Rafa.

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