El diario de Noa: capítulo 132º

Me quedé en estado de shock, totalmente anonada y descolocada, no me lo esperaba en absoluto. Solo acerté a preguntar: “¿Y quién ha cortado? ¿Él o ella?” a lo que ella respondió con un frustrante “ni idea”. Estaba deseando colgar a Jennifer, no porque hubiera quedado con Rafa, sino para poner en orden mi cabeza y asimilar todo el bombardeo de pensamientos y emociones que me estaban hostigando. Por fin conseguí colgarla y me senté en la cama. Eran tantas las preguntas que me estaba cuestionando: “¿Habría sido él el que por fin dio el gran paso?” ¿Por fin había dejado de ser un cobarde y un niñato irresponsable asumiendo, en un acto de madurez, que no quería estar con ella?”, “Por fin se atrevería a pedírmelo sin rodeos ni historias y empezar a ser una pareja normal después de tantos años y movidas desde los 14 años?”. Aunque por otro lado me asolaba una duda: “¿Habrá sido Graciela la que ha cortado?”, “¿Cuál habrá sido el motivo después de tantos meses de aparente, solo aparente, felicidad?”. Fuese lo que fuese lo que estaba claro es que Edu volvía a ser libre. Volvía a estar disponible y eso me produjo una gran ansiedad y expectación. Habían pasado ya muchos meses desde que perdimos la virginidad el uno con el otro, ¿qué pasaría ahora? ¿qué nos esperaba? Yo desde entonces, salvo por el tema con Rafa y el tonto escarceo con Juanan, le había sido fiel.

Los minutos iban pasando y yo no me movía de la cama. Estaba petrificada. En esos momentos, aunque suene duro y cruel decirlo, Rafa me importaba un bledo. ¿Debería llamar al móvil a Edu? ¿Debería yo dar el primer paso?. Y, de repente, al hacerme estas dos preguntas me salió una rabia contenida de orgullo herido que me hizo explotar. Me dije: “Pero, qué coño voy a llamarle yo a este imbécil que se ha comportado siempre con un niñato inmaduro e irresponsable”, “qué coño voy a dar yo el primer paso después de la humillación a la que me sometió de no cortar con Graciela después de perder la virginidad conmigo”, “qué demonios iba yo a rebajarme a ni siquiera mandarle un SMS después del lamentable y patético espectáculo que me había dado todos esos meses esquivando cobardemente mis miradas y no asumiendo ninguna responsabilidad”. Cuanto más lo pensaba más me llenaba de ira. Cuanto más recordaba más me crispaba y, sobre todo, cuanto más vueltas le daba más ganas me daban de mandarle a la mierda y no volver a saber nada de él. Es más, estaba deseando que se pusiera en contacto conmigo para mandarle a la mierda y que así supiera que tuvo su oportunidad y que la desaprovecho por ser un patético mierda inmaduro.

Ha sido uno de los momentos de mayor lucidez de toda mi vida. Lo vi todo tan claro que no dude ni por un segundo. ¿Qué Edu desde los 14 años era mi gran amor platónico, fetichista y obsesión? Pues sí, pero ya me daba igual. Yo ya tenía 17 años y medio y nunca como en ese momento me sentí más madura, adulta, sensata y con las ideas más claras. No caería en la bajeza de darle ninguna otra oportunidad. Nunca. Mi orgullo estaba herido. Me hizo aquel día de Abril mucho daño por lo que niñato que fue. Y ahora desde luego lo iba a tener muy difícil el conseguir algo de mí. Por no decir imposible. En medio de todo ese rencor, furia, resentimiento y malos recuerdos me levanté por fin de la cama y salí disparada a la calle. Tenía mucha agresividad interna dentro de mí. Tenía mucha energía negativa que necesitaba descargar. Tenía un mogollón incontrolable de emociones, sentimientos y sensaciones acumulados dentro de mí que me hacían estallar. Me dirigí corriendo al gimnasio del tío de Rafa. Él estaba allí esperándome en la puerta con cara de cabreo, pues llegue por lo menos más de 15 minutos tardes. Pero el cabreo le duró poco, pues antes de que abriera la boca para decir cualquier cosa yo me abalancé a sus brazos y le empecé a besar.

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