Podría asegurar que en esos momentos tuve hasta un poco de miedo, porque su mirada era de todo menos humana. Era una mirada animal, visceral y repleta de deseo. Me plantee que sí quería pararle los pies ese era el mejor momento, que no debía demorarlo ni un momento más. Pero no me dio tiempo a reaccionar ni a decir nada, pues enseguida me abrazó por detrás y siguió masajeándome los pechos por encima de la camiseta al mismo tiempo que repetía sin parar: “umm, muchísimas gracias por haberte vestido con estos shorts y esta camiseta, umm, muchísimas gracias”. Yo permanecí todo ese tiempo en un mar de dudas, pues estaba disfrutando (aunque no sé si tanto como él) pero al mismo tiempo me planteaba una y otra vez que tenía que pararle ya los pies. Conocía lo suficiente a Rafa para saber que si no le paraba los pies en ese momento acabaría deseando que este affaire pasional fuese a más y por lo tanto dejase de ser tan light.
Por lo que de forma algo brusca me separé de él. Rafa me miró totalmente desconcertado y con cara de cabreo y malestar. Me gritó alto: “pero tía, ¿de qué coño vas? Vale ya de jueguecitos”. Nunca antes me había gritado así ni hablado de esa manera. Yo, en un tono conciliador, traté de hacerle comprender las razones de mi reacción tan brusca. Intentar hacerle comprender que quería que estas aventurillas siguieran siendo light y que no se desmadrasen en exceso. Pero no tuve oportunidad para poder explicarme y argumentar mis razones. Pues Rafa me soltó un cortante: “Mira tía, paso de tus historias, paso de tus cambios bruscos de humor, bien sabe Dios que he tenido toda la paciencia del mundo contigo y me he portado contigo mejor que con nadie, pero ya estoy harto de que me calientes así de forma tan brutal para cortarme así. Esto es inhumano y no lo aguanto más”. Me quedé yo totalmente cortada y hasta avergonzada. No podía negar que tenía razón en todo lo que decía. En todo. Pero ni yo misma sabía la razón de porque quería que siguiese siendo todo tan light.
Cierto que tenía ya 17 años y hacía más de 4 meses que había perdido la virginidad. No había ningún motivo aparente ni razonable para seguir comportándome tan distante, fría y estrecha con Rafa. Todos los chicos y chicas de nuestra edad ya empezaban a tener relaciones y era lo más habitual y normal del mundo. Sin embargo cuánto más disfrutaba yo era provocando esa ansiedad, ese deseo, ese anhelo y ese impulso sexual en Rafa. Lo que menos me interesaba era el acto sexual en sí. Por supuesto que cuando hice el amor, 4 meses atrás, con Edu disfruté muchísimo y me encantó. Pero no tenía todavía la necesidad de tener que volver a repetirlo. Rafa me gustaba, es cierto, y siempre se había portado conmigo de forma fenomenal atajando siempre todas las reglas y normas de mis fantasías. Sé que le hice sufrir mucho sexualmente hablando. Sé que le empalmé un mogollón de veces y que en cierta manera jugué con él y su sexualidad. Pero, sin embargo, a pesar de saber que él tenía razón en todo no quería ceder en el tema de que todo siguiese siendo light. Ya habría tiempo en el futuro de que no lo fuese pero por ahora me gustaba esa sensación de deseo no consumado y de tensión sexual no resuelta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario