Ese día demostré mucho orgullo, madurez y rabia tanto con Rafa como con Edu. Pero había una notable diferencia. Edu era un payaso inmaduro cobardica y Rafa era todo lo contrario, cuyo único defecto es que me dijo las cosas insultándome de forma muy brusca y grosera. Y, aunque esos insultos me hicieron mucho daño e hirieron mi orgullo, no podía dejar de pensar aquella noche en que tenía toda la razón del mundo en lo que me dijo. ¿No sería pues el momento de pasar ya de las fantasías light y adentrarnos en algo más morboso y atrevido? Estaba segura que de esta manera le complacería y, en cierta manera, seguro que también a mí me resultarían gratas esas nuevas experiencias. No sé cómo quería que fuesen las nuevas fantasías. Solo sabía que debían ser un poco más atrevidas y eróticas que las lights de siempre. De repente por fin me sentí preparada para afrontarlas y, lo que es más importante, el pensar en las nuevas fantasías con Rafa me quitó totalmente de la cabeza a Edu y ya no me volví a acordar de él. ¿Estaba por fin inmunizada contra su encanto y obsesión de todos esos años? Todo parecía indicar que sí y todo era gracias a Rafa.
Por lo que, en cierta manera, una nueva era se habría ante mí y era ya hora de dejar en el pasado todas las obsesiones, pensamientos, recuerdos y reflexiones con Edu y empezar a vivir una nueva vida. Incluso, se podría decir que el tiempo climatológico también influyó en esta decisión, pues me acuerdo perfectamente que era el primer día de Septiembre y estalló una brutal tormenta de Verano con sonoros y amedrentantes truenos y relámpagos muy violentos. Me acuerdo estar en la ventana de mi habitación contemplado la agresiva tormenta que se acababa de desatar y convenciéndome que era una señal de que las cosas iban a cambiar mucho y para mejor. Al día siguiente el tiempo seguía enrarecido aunque ya no llovía y el calor había vuelto de nuevo. Con calma le mandé un SMS a Rafa: “¿quedamos a las 7 donde siempre?”. La respuesta no se hizo esperar pues al segundo me contestó con un simple “bueno”. Estaba dispuesta a por fin, después de tantos y tantos meses de paciencia, complacerle. Se lo había ganado y al fin y al cabo Rafa el tío que mejor se había portado conmigo y que más me había respetado en todo ese tiempo. Me vestí con una camiseta de tirantes negra y los shorts blancos y me dirigí a las 7 para allá.
Me dirigí a la puerta del gimnasio muy ilusionada, contenta y satisfecha de la madurez demostrada en las últimas 24 horas. Cierto que los 17 años son una época en que se cambia y madura continuamente, pero en esas 24 horas me sentí más adulta, seria y madura que nunca. Y casi el imbécil de Rafa lo fastidia todo, pues a pesar de ir yo predispuesta y sin malos rollos, me tuvo que soltar otro discurso de los suyos donde de nuevo me puso a caldo. Vino a decir más o menos: “Mira guapa, ya te dije ayer que no quiero perder más el tiempo. Yo creo que te gusto mucho porque sino no llevaríamos así tanto tiempo pero no voy a estar con chorradas y con que me marees la puta cabeza con tus cambios de humor y gilipolleces. Si eres una niñata inmadura pues ahí tienes la puerta y me dejas ya en paz de una puta vez. Pero no voy a aguantar más ninguna de tus neuras y cambios de humor, ¿te queda clarito?”. Juro que estuve a punto de mandarle a la mierda y salir por la puerta para no volver. Juro que me cabreó muchísimo de nuevo este otro sermón y como se despachó conmigo. Cierto que tenía razón en todo, pero eso no le daba derecho a sermonearme continuamente en plan agresivo y ofensivo. Me cabreó cantidad y mi orgullo estuvo a punto de lanzarme a la puerta para largarme. Pero respiré profundamente y me tragué ese orgullo herido. Dije acertadamente: “vale, vale, tienes toda la razón del mundo, pero vale ya de echar broncas todos los días, ¿vale?”. El me miró a los ojos y asintió con la cabeza. Era un buen principio sin dudas.
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