El diario de Noa: Capítulo 145º

Rafa no dejaba de tocarme y acariciarme los pechos con fuerza y pasión. De repente soltó: “que ganas tengo de ver estas tetas, tengo unas ganas locas de verlas y tocarlas”. Era cierto, a pesar la inmensa fogosidad y desenfreno del día anterior mientras hicimos el amor, no llegó nunca a quitarme la camiseta ni a verme los pechos. Yo me sentía un poco confundida, pues por una parte no quería que esto se desmadrase mucho pero por otro lado me sentía con ganas de excitarle, incitarle y provocarle para ver si conseguía una inmensa erección otra vez. Por lo que cuando empezó a bajarme los tirantes de mi vestido no hice nada para impedírselo. Pensé: “bahh, ya le pararé esos avances otro día, ya en el futuro pondremos las reglas y las restricciones, pero hoy dejémonos llevar”. Estaba claro que aún estaba influida por el envolvente y brutal ambiente erótico de 24 horas antes. Rafa saboreó mucho lo de bajarme los tirantes, pues lo hizo muy lentamente mientras me comía los pechos sin parar al tiempo que decía: “que tetitas más preciosas, que tetitas más maravillosas”. Acabó quitándome el vestido del todo pero no me lo quito con furia, con fiereza o con violencia, sino con suavidad, delicadeza y saboreando cada momento. Al cabo de un minuto estaba solo en sujetador y braguitas y cierto pudor se apoderó de mí.

Si yo tenía pudor, Rafa tenía exactamente todo lo contrario, pues se encontraba desinhibido, risueño y feliz dejándose llevar por sus impulsos e instintos más primarios. Se abalanzó sobre mis pechos y empezó a comérmelos por encima del sujetador mientras murmuraba muchas cosas de las que solo podía entender algo así como “tetitas preciosas” y, de repente, al igual que el día anterior, la vehemencia se apoderó de él y me bajó con fuerza y rabia el sujetador del todo. El contemplar mis pechos por primera vez le aportó un brillo en sus ojos que me sorprendió. Nunca había visto ese brillo tan especial e intenso en sus ojos, y nunca volvería a vérselo, pero sus ojos y su sonrisa manifestaban una felicidad y deseo consumado al contemplar los pechos. Sin duda era muy especial ese momento para él, ¿sería acaso la primera vez en su vida que le veía las tetas a una chica? Parecía raro pues Rafa tenía ya 19 años y siempre parecía que tenía mucho éxito con las chicas, pero estaba tan ensimismado contemplando mis pechos que todo parecía indicar que sí que era la primera vez que se enfrentaba a este momento. Y si me había bajado el sujetador con vehemencia se lanzó con mucha más violencia a tocarme y besarme los pechos. No cesó de comérmelos y saborearlos, como si la vida le fuese en ello. Cada vez más aceleradamente los fue acariciando y tocando. A veces los tocaba con violencia y agresividad, y otras veces con ternura y tacto. En ambos caso a mí me encantaba.

Si pensaba que ahí se iba a acabar todo qué equivocada estaba. Pues de repente con una gran brusquedad, rudeza  y fiereza me dio la vuelta y me empujó contra el espejo de la pared. Esto me desconcertó por unos segundos. Rafa buscó en su bolsillo algo de forma apresura y nerviosa. Al cabo de pocos segundos pude ver lo que era: un preservativo. Eso sí que me desconcertó más aún. ¿Tenía planificado desde el principio volver a hacer el amor otra vez hoy? Yo no me lo había planteado ni loca, es más, venía con ideas muy claras de que ese día volviese a ser todo más light sexualmente hablando. Lo del día anterior solo era un desliz llevados por una pasión irrefrenable que no debía volver a repetirse. Pero estaba claro que Rafa no pensaba igual que yo y antes de que me diera cuenta me encontré con las braguitas bajadas y penetrándome por detrás, en plan perrito, al igual que el día anterior. Mentiría si dijera que no me gustó. Una cosa era que no quisiera que se volviera a repetir tan pronto y otra muy distinta que aún no estuviese embriagada y ensimismada por lo que había ocurrido 24 horas. Por lo que ahí me encontraba haciendo el amor por tercera vez en mi vida y por segunda vez en menos de 24 horas. No voy a mentir: nuevamente Rafa me proporcionó muchísimo placer en cada una de sus embestidas y me hizo disfrutar muchísimo. Estaba descubriendo mi sexualidad y lo mucho que disfrutaba con el sexo.

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