El diario de Noa: Capítulo 146º

Puede que hasta ese momento mi mundo se hubiese regido por la sensualidad y el deseo, es decir, el provocar y estimular con juegos, fantasías, fetichismo y encuentros el deseo de la otra persona, pero ahora solo se regía por la sexualidad y por el placer del acto sexual. En cierta manera quería que siguiesen por siempre los juegos y las fantasías light para hacerle sufrir y potenciar su líbido, pero no podía negar que en esos momentos estaba tan necesitaba de sexo como él (bueno, quizás no tanto). Me estaba descubriendo a mí misma una faceta mía totalmente desconocida y eso me desconcertaba. Si se piensa fríamente era realmente sorprendente: yo que siempre había disfrutado tantísimo con los preliminares y los jueguecitos light de las fantasías ahora solo quería todo lo contrario, es decir, ir directamente al grano, ir directamente al acto sexual y dar rienda suelta a mi sexualidad. Era como si tras tantísimos meses (incluso años, recordemos que esto empezó con Edu a los 14 años) ya hubiese rebosado el vaso de toda la sensualidad acumulada y ahora necesitase exprimir todo el deseo acumulado y expulsar toda la líbido contenida dentro de mí. Me sorprendí muchísimo a mí misma de cómo fui consciente de mi propia sexualidad y una vez más me maravillé de la infinita paciencia que había demostrado Rafa durante tantísimos meses.

¿Qué ocurrió a partir de entonces? Pues algo que jamás pude imaginar, es decir, que nuestros encuentros todas las tardes se convertían en un manantial de follar (por utilizar una expresión que utilizaría un chico) y que durante varios días no hicimos otra cosa que practicar sexo sin parar (una tarde incluso lo hicimos hasta tres veces y todas ellas de igual intensidad y fogosidad). Rafa se desfogaba todas las tardes como si la vida le fuese en ello (eso sí, siempre con preservativo) y yo me relajaba para disfrutar esos momentos tan excitantes y eróticos. Era puro fuego nuestros encuentros. La ropa, una vez que entrábamos en el gimnasio, no nos duraba ni 10 segundos y desde el primer instante todo era pasión, deseo y entrega. En parte era lógico, habían sido tantos y tantos meses de espera, sufrimiento y paciencia que ahora Rafa quería desahogarse sexualmente con una fiereza, brutalidad y salvajismo animal. No recuerdo que en ningún momento parase ni por un segundo ni para respirar. Solo deseaba practicar sexo sin parar y saciarse una y otra vez. Y lo mismo se podía decir de mí. Sí, de mí, quien me había visto y quien me ve. Pasar de la virginidad más brutal (si exceptuamos la inolvidable con Edu) a estar todos los días haciéndolo y disfrutándolo. Cierto que ya no era una niña, ya tenía 17 años y me consideraba muy adulta y madura, pero muy dentro de mí siempre estaba esa niña de 14 años que se excito con las caricias de Edu mientras se hacía la dormida y que ahora necesitaba disfrutar esa sexualidad contenida.

Nuestros ardientes y eróticos encuentros duraron aproximadamente unos 9 ó 10 días. ¿Por qué no siguieron? Bueno, sí que siguieron pero ya no en el gimnasio. Serían mediados de Septiembre y yo le dije a Rafa que al día siguiente no podía quedar puesto que había quedado con Jennifer para ir de compras y que queríamos estar toda la tarde. Él me miró con cara crispada y frustrada ¿cómo podría estar frustrado si llevada 10 días consecutivos practicando sexo sin parar? El hecho es que me comentó: “Y ya que te vas de compras porque no vamos los dos juntos y así te digo lo que te queda bien y lo que no”. Le dije que no, porque ya me había comprometido con Jennifer y no iba a cambiar mis planes. Eso le contrarió un poco pero acabó aceptándolo. Por lo que al día siguiente me fui de compras a las tiendas de ropa y ciertamente me lo pasé muy bien. Fueron horas de una tienda a otra aunque finalmente no compré casi nada. En determinado momento me acordé de las palabras de Rafa. Resonaban en mi cabeza lo de “así te digo lo que te queda bien y lo que no”. Eso me daba morbo, eso me excitaba, el que Rafa me acompañase a probarme ropa tenía cierto tono fetichista que me daba morbo y que me gustaba. Pensaba que ahí podría salir mucha motivación sensual fetichista para ambos y que eso recargaría las pilas de nuestro deseo (aunque en aquellos días era de tal fogosidad que no necesitaban recargarse), pero sí que me excito esa idea de estar en un probador con Rafa y que me probase ropa junto a él. Y, a pesar de estar saciada sexualmente, necesitaba de nuevo volver a saciarme también intelectualmente con los jueguecitos fetichistas.

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