El diario de Noa: Capítulo 149º

No puedo ni describir el cabreo que me acompañó durante los siguientes días. Quise olvidarme de Rafa para siempre y pasar de él de una vez por todas. Puede que le hubiese hecho sufrir sexualmente durante muchísimos meses y que había demostrado una paciencia infinita siempre. Pero en nuestros últimos encuentros se había pasado muchísimo y era ya hora de pararle los pies de una vez por todas. Me había cabreado en exceso y no quería volver a verle. Aunque lo cierto es que según fueron pasando los días el cabreo fue disminuyendo. De todos modos mis pensamientos empezaron a estar en otra parte. ¿En quién? Pues fácil era la respuesta. ¿Quién, aparte de Rafa, dominaba mis pensamientos y reflexiones? Pues Edu. Siempre Edu. Puede que mi rencor por Edu siguiese estando muy presente y aún no le hubiese perdona su comportamiento pueril, niñato e inmaduro, pero no podía negar que si echaba de mi vida definitivamente a Rafa (o más concretamente los juegos y fantasías con Rafa) de nuevo caería en la debilidad de dejarme embaucar por lo que siempre significó Edu desde los 14 años. Desde aquella noche que me hice la dormida a los 14 años y que marcó mi relación con él para siempre. Por lo que me planteé: ¿No va siendo hora ya de que el chico más guapo e interesante de la pandilla salga ya con la chica más guapa e interesante de la pandilla? Desde cierto punto de vista era lo más lógico y natural. Además para ambos el uno era la obsesión y el objeto del deseo del otro (sobre todo en su caso), solo que mi orgullo herido me impedía dar el paso de contactar con él.

La principal cuestión era ¿habría madurado por fin Edu y seríamos una pareja estable y feliz? ¿O, por el contrario, me haría daño de nuevo como hizo en el pasado? No podía quitarme de la cabeza cómo fue incapaz de romper con Graciela después de haber perdido la virginidad conmigo. Esa noche en que ambos perdimos la virginidad fue la noche más especial e inolvidable de mi vida, y que para él no fuese lo suficientemente importante y que fuese tan asquerosamente cobarde de no romper con Graciela era algo que aún en esos momentos (más de 5 meses después) me carcomía el alma. Desde luego una cosa tenía a su favor, y es que desde que rompió con Graciela (o ella rompió con él) no había vuelto a estar con ninguna y sí que me había enviado varios SMSs para quedar que yo ni respondí. Eso daba a entender que iba en serio y que había muchas probabilidades de que la cosa funcionase por fin y que de una vez por toda exorcizase todas las obsesiones acumuladas desde aquellas caricias a los 14 años. Estaba yo sumida e ensimismada con todas estas reflexiones transcendentales cuando escuché que llamaban a la puerta. Como mis padres estaban en casa dejé que fueran ellos los que abrieran. Gran sorpresa la mía al comprobar 15 segundos después que Rafa entraba en mi habitación.

No podía dar crédito a mis ojos. Solo habían pasado 4 ó 5 días desde nuestro enfado y aún tenía yo un mosqueo impresionante. Pero me flipaba que tuviera el descaro de venir directamente a mi casa (estando mis padres en casa) y que preguntase por mí. Mi primer pensamiento fue querer echarle de mi habitación y dejarle bien claro lo que ya le dije aquel día en la puerta del gimnasio. No quería volver a verle ni a saber nada de él. Bastante concentrada estaba pensando en lo de adentrarme en una relación seria con Edu como para encima complicar más aún las cosas manteniendo a Rafa en mi vida. Finalmente Rafa rompió el hielo y la tensión hablando en un tono suave y apacible: “Solo he venido a traerte esto. Siento mucho que el otro día acabásemos tan mal y que me pasase tanto. Lo siento de corazón. Pero es absurdo que me quede con esto. Por ello solo quiero devolverte esto que es tuyo y no volverás a saber nada más de mí. Te lo aseguro”. Se refería, claro está, a la bolsa de Ralph Lauren con las dos camisas dentro. Tenía la bolsa en su mano y me miraba totalmente avergonzado y arrepentido de todo lo que había ocurrido cinco días antes. Su mirada era la de un niño pequeño e inocente que suplicaba perdón con los ojos. En nada era la persona que días atrás había sido tan prepotente y chulesco en el probador de la tienda.

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