El diario de Noa: Capítulo 150º

No quería parecer una tonta y dejarme embaucar por él de nuevo. Lo nuestro ya se había acabado para siempre y nada iba a hacerme cambiar de opinión. Pero eso no era motivo para acabar de malas maneras y cabreados para el resto de nuestra vida. Al fin y al cabo, como tantas veces antes ya he repetido, Rafa siempre se portó muy bien conmigo y fue un amigo leal que respectó mis normas y reglas siempre, y solo las últimas veces se sobrelimitó en exceso. Por lo que me ablandé un poco y le dije: “bueno, venga, no pasa nada. No quiero malos rollos. Pero no deberías haber venido a mi casa. No quiero que mis padres conozcan con quien me relaciono y esas cosas”. Él rápidamente dijo: “bueno, soy solo un amigo, solo eso, no hay nada malo que un amigo visite a una amiga en su casa”. Lo cierto es que sus palabras parecieron muy honestas y sinceras. Me hizo soltar una sonrisa y me agradó la forma en que lo dijo. No sé ni cómo ni porqué pero al final acabamos charlando de temas triviales, tontos y de memeces, eso sí, todo combinado con mucho sentido del humor que me hizo reír en más de una ocasión. Lo cierto es que consiguió que, una vez más, me lo pasase genial con él y conocía perfectamente qué decir y cómo decirlo para hacerme reír y agradarme.

No sé exactamente de qué estábamos hablando en esos momentos cuando me soltó en tono bufonesco e irónico: “si es que la culpa es tuya, que estás siempre tan buenísima, tan guapa, tan pija y tan elegante que me descolocas y me haces perder los papeles, jajaja”. Me di cuenta perfectamente que estaba intentando camelarme pero, a pesar de darme cuenta, no hice nada para impedírselo ¿qué estaba tramando mi subconsciente para no pararle los pies? ¿es que quería seguir con estos rollos y encuentros con Rafa? ¿es que quería aparcar de nuevo momentáneamente una relación con Edu y utilizaba de nuevo a Rafa como excusa? Puede, es muy probable, que lo de Edu me diese miedo, mucho miedo y no estuviese preparada para afrontar una relación seria con él. Pero eso no era motivo suficiente para seguir estirando las fantasías y encuentros con Rafa una y otra vez. Ya era hora de madurar y de dejarme de tantas tonterías pueriles. Eso me decía a mí misma. Sin embargo, muy dentro de mí, había siempre entre Rafa y yo algo de morbo y fascinación en nuestras fantasías e historias, era difícil de explicar, pero en mi interior quería seguir manteniendo a Rafa a mi lado aunque solo fuese para que me sirviese de antídoto por si Edu me volvía  hacer daño o a defraudar.

Por lo que, no sé intencionada o subconscientemente, seguí dejando que Rafa siguiera hablando y camelándome. Sería injusta si dijera que no me lo pasaba bien con su compañía pues, a pesar de los malos rollos de los últimos días, nadie me conocía mejor que él y sabía en todo momento lo que quería escuchar. Nuestra conversación fue interrumpida cuando mi padre entró en mi habitación para preguntarme si me quería ir con ellos al chalet. Yo dije que no, que ya había quedado, que se fueran ellos. Una vez que escuchamos como salieron por la puerta Rafa me preguntó: “¿Y cómo que se van al chalet si ya con este frío otoñal no se podrán bañar en la piscina?”. Me encogí de hombros al mismo tiempo que le respondí: “Ni idea. Podrán pasear o asar cosas en la parrilla. Ni idea”. Rafa sonrió (o mejor dicho, medio sonrió) y supe perfectamente que iba a soltarme una de sus típicas e incisivas perlas repletas de ironía: “bueno, lo cierto es que como mejor se está en el chalet es en Otoño o en Invierno, eso lo sabemos muy bien tú y yo”. Y se echó a reír por su propia ocurrencia. A mí no me hizo ninguna gracia, es más, consiguió ruborizarme por esa alusión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario