El diario de Noa: Capítulo 153º

Como siempre, Rafa compaginó sus caricias por encima de la ropa con sus monólogos de siempre, es decir, los típicos de “hay que ver lo guapa que estás con esa camisa”, “que buenísima estás”, “que bien te queda”, “me pone a tope tu forma tan pija de vestir”. Sin embargo, en esta ocasión cambió un poco la temática de sus monólogos porque empezó a decir cosas como: “umm, como me pone verte tan dormida, como me gusta que estés dormida, me encanta que estés profundamente dormida para hacer contigo lo que quiera”. Por supuesto, yo más que nadie, sabía el morbo que suponía el hacerse la dormida y era algo que Rafa y yo sabíamos perfectamente y un gran aliciente para estas fantasías. De repente entre susurros comenzó a decir: “tengo que asegurarme que estás completamente dormida, tengo que asegurarme del todo” y cogió mi mano inerte y se la colocó en su propia entrepierna. Siguió diciendo: “bien, bien, estás dormida del todo. Hay que aprovecharse de esto”. Me encantaba el tono morboso que le estaba dando a la fantasía. Ambos sabíamos perfectamente que yo estaba despierta pero cuanto más realismo le diésemos a la fantasía más efectiva y real parecería, y por tanto mayor placer morboso y sensual reportaría.

Por lo que Rafa siguió colocando mi mano en su entrepierna, usando mi mano para acariciarse como si realmente yo no me enterase de nada y me estuviese sumisamente controlando todos mis actos. No pensé que llegase a ser más atrevido, pues al cabo de un rato soltó mi mano y la dejó caer. Yo, que tenía los ojos cerrados muy metida en mi papel de hacerme la dormida, los entreabrí un poco para ver lo que hacía. Era bien simple lo que estaba haciendo. Se estaba desabrochando el pantalón y bajándoselo un poco. Acto seguido, volvió a repetir la misma jugada con mi mano. Es decir, la cogió de nuevo y se acarició su entrepierna por encima del calzoncillo. Yo noté perfectamente como tenía ya una erección considerable y como él estaba ya mucho más excitado que yo. No tardo en acabar metiendo mi mano por dentro de su calzoncillo y acariciando su miembro con fuerza y deseo. Era curioso, a pesar de nuestras anteriores relaciones sexuales tan brutales y completas nunca había tocado antes su pene. Eso me asustó un poco, aunque he de reconocer que el morbo del momento me estaba encantado y estaba empezando a disfrutar de nuevo todo el encanto que siempre ha tenido esta fantasía de hacerme la dormida. Si yo lo estaba disfrutando se podría multiplicar por cien ese disfrute para Rafa, pues su cara era puro éxtasis de felicidad y goce, hasta el punto que en un determinado momento con gran brusquedad se bajó de la cama y se quitó de golpe el pantalón y el calzoncillo del todo. Al segundo, volvió a subirse encima mía y se colocó a ahorcajada de nuevo. Empezando a pasar su pene erecto por encima de toda mi ropa.

Yo le dije en un tono severo y medio cabreada: “Rafa, joder, no te pases, que pueden venir mis padres”. Él ni me respondió, solo siguió centrado en pasar su pene por encima mi camisa saboreando cada centímetro. Se había olvidado completamente de usar sus manos, ya solo quería pasar su pene por todo mi cuerpo, ya todos los tocamientos y caricias que me haría serían siempre con su pene. De repente paró en seco. Volvió a coger mi mano, la abrió y la colocó alrededor de su pene para luego cerrarla, es decir, tenía su pene totalmente en mi mano. Durante unos tensos segundos no hizo nada. Finalmente dijo: “a ver que sabe hacer la manita de esta niña pija que viste tan bien y es tan sexy”. Y empezó a mover mi mano con el puño cerrado de arriba abajo. Lentamente, de arriba abajo, con pausa, con calma y con lentitud. Estaba más claro que el agua que quería pajearse con mi mano. Quería masturbarse usando mi mano, lo cual le proporcionaría mucho más placer y morbo. Pero era algo que yo no estaba dispuesta a consentir. Eso era pasarse mucho y no iba a permitirle que sobrepasase esos límites. Al fin y al cabo habíamos acordado que fuese light total y aunque no me había quitado ni desabrochado nada de mi ropa no iba a masturbarle. Eso nunca. Por eso, en cuanto vi que aceleró un poco el ritmo con el que movía mi mano para así mover yo su pene me acabé cabreando. Me incorporé y le recriminé, le dije: “bueno, vale ya, basta ya, se acabó, venga, vístete y lárgate”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario