Su rostro se ensombreció totalmente. Su sonrisa y alegría se apagó como una velita. No me gustaba ser tan aguafiestas, pero esto iba a ser light y no el desmadre erótico en que quería convertirlo. De repente me hizo una última proposición: “Bueno, vale, pasemos de mi polla y estas cosas, te juro que solo te acariciaré con mis manos y siempre por encima de la camisa, como siempre, te lo juro, ¿vale?”. Vi honestidad en sus palabras y en su mirada, y fui tan tonta de acceder a ese ruego. Fue una decisión de la que me arrepentí siempre y la causante definitiva de mi ruptura total con Rafa.
Durante unos breves segundos volvió a acariciarme con las manos mis pechos por encima de la camisa y la entrepierna por encima del pantalón. En plan light. Como debía ser. Sin embargo esto solo duró unos breves segundos pues enseguida noté como de nuevo su respiración se aceleraba y cambiaba el tono de su cara. Conocía perfectamente a Rafa y sabía muy bien que cuando su cara cambiaba de ese modo se volvía mucho más lujurioso, atrevido y pasaba de ser tan light. Se acercó a mi oído y me susurró: “vamos, a añadirle un poco de morbo a la cosa como hace unos meses, ¿vale?”. Era una pregunta retórica pues ni esperó mi respuesta. Ya que cogió la camiseta blanca que estaba a los pies de la cama, y que yo había dejado ahí minutos antes al cambiarme de ropa, y la utilizó como herramienta para atarme las manos al cabecero de la cama. Yo fui una tonta porque le dejé. Cierto que siempre el estar atada aportó mucho morbo, encanto, fuerza e interés a las fantasías y eso reconozco que me gustaba pues era un aliciente perfecto. Pero enseguida reparé que estábamos en mi propia casa, y aunque no había muchas probabilidades de que aparecieran mis padres, sí que me cohibía y me cortaba el rollo estas cosas en mi propia habitación de mi propia casa. Por lo que le dije seria y contundentemente a Rafa: “No, desátame ahora mismo, no, venga, hazlo ya”. Me respondió: “tranquila, será solo un minuto, te juro que será solo un minuto. Enseguida te desataré”.
Durante unos breves segundos volvió a acariciarme con las manos mis pechos por encima de la camisa y la entrepierna por encima del pantalón. En plan light. Como debía ser. Sin embargo esto solo duró unos breves segundos pues enseguida noté como de nuevo su respiración se aceleraba y cambiaba el tono de su cara. Conocía perfectamente a Rafa y sabía muy bien que cuando su cara cambiaba de ese modo se volvía mucho más lujurioso, atrevido y pasaba de ser tan light. Se acercó a mi oído y me susurró: “vamos, a añadirle un poco de morbo a la cosa como hace unos meses, ¿vale?”. Era una pregunta retórica pues ni esperó mi respuesta. Ya que cogió la camiseta blanca que estaba a los pies de la cama, y que yo había dejado ahí minutos antes al cambiarme de ropa, y la utilizó como herramienta para atarme las manos al cabecero de la cama. Yo fui una tonta porque le dejé. Cierto que siempre el estar atada aportó mucho morbo, encanto, fuerza e interés a las fantasías y eso reconozco que me gustaba pues era un aliciente perfecto. Pero enseguida reparé que estábamos en mi propia casa, y aunque no había muchas probabilidades de que aparecieran mis padres, sí que me cohibía y me cortaba el rollo estas cosas en mi propia habitación de mi propia casa. Por lo que le dije seria y contundentemente a Rafa: “No, desátame ahora mismo, no, venga, hazlo ya”. Me respondió: “tranquila, será solo un minuto, te juro que será solo un minuto. Enseguida te desataré”.
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