El diario de Noa: Capítulo 154º

Su rostro se ensombreció totalmente. Su sonrisa y alegría se apagó como una velita. No me gustaba ser tan aguafiestas, pero esto iba a ser light y no el desmadre erótico en que quería convertirlo. De repente me hizo una última proposición: “Bueno, vale, pasemos de mi polla y estas cosas, te juro que solo te acariciaré con mis manos y siempre por encima de la camisa, como siempre, te lo juro, ¿vale?”. Vi honestidad en sus palabras y en su mirada, y fui tan tonta de acceder a ese ruego. Fue una decisión de la que me arrepentí siempre y la causante definitiva de mi ruptura total con Rafa.

Durante unos breves segundos volvió a acariciarme con las manos mis pechos por encima de la camisa y la entrepierna por encima del pantalón. En plan light. Como debía ser. Sin embargo esto solo duró unos breves segundos pues enseguida noté como de nuevo su respiración se aceleraba y cambiaba el tono de su cara. Conocía perfectamente a Rafa y sabía muy bien que cuando su cara cambiaba de ese modo se volvía mucho más lujurioso, atrevido y pasaba de ser tan light. Se acercó a mi oído y me susurró: “vamos, a añadirle un poco de morbo a la cosa como hace unos meses, ¿vale?”. Era una pregunta retórica pues ni esperó mi respuesta. Ya que cogió la camiseta blanca que estaba a los pies de la cama, y que yo había dejado ahí minutos antes al cambiarme de ropa, y la utilizó como herramienta para atarme las manos al cabecero de la cama. Yo fui una tonta porque le dejé. Cierto que siempre el estar atada aportó mucho morbo, encanto, fuerza e interés a las fantasías y eso reconozco que me gustaba pues era un aliciente perfecto. Pero enseguida reparé que estábamos en mi propia casa, y aunque no había muchas probabilidades de que aparecieran mis padres, sí que me cohibía y me cortaba el rollo estas cosas en mi propia habitación de mi propia casa. Por lo que le dije seria y contundentemente a Rafa: “No, desátame ahora mismo, no, venga, hazlo ya”. Me respondió: “tranquila, será solo un minuto, te juro que será solo un minuto. Enseguida te desataré”.

Y es cierto que duro solo un minuto, o poco más de un minuto, pero fue una experiencia tan desagradable y repelente que sería, tal y como dije antes, el detonante de mi ruptura total con Rafa. Porque, una vez atada, enseguida empezó a decir cosas como: “hay que ver como me pones cuando te vistes así de pija, hay que ver que pijas eres siempre con estas camisas tan guapas y que bien te queda todo, hay que ver lo pijina que eres vistiendo”. Estas frases no me hubiesen molestado si no fuese porque con todo el descaro del mundo se cogió él mismo su pene y empezó a acariciárselo por encima de mi camisa, cada vez a un mayor ritmo y velocidad, cada vez más acelerado, cada vez más frenéticamente desbocado y masturbándose encima de mí a toda velocidad. Empecé a gritarle, a decirle que parara de una vez. No me gustaba nada que estuviera encima mía pajeándose como si yo fuera una puta. Me cabreó muchísimo. Me faltó completamente al respeto. Supuso una humillación. En mi vida me había sentido más ultrajada y humillada. En ningún momento pensó en mí. Solo pensó en su puto pene y en acariciárselo a gran velocidad chocándolo contra mí. Incluso, llegó hasta pasar su pene por mi cara y mis labios, yo giré completamente con desagrado la cabeza porque no quería ni tenerlo cerca, quería que parase, que acabase todo. Forcejee todo el rato para desatarme del cabecero de la cama. Me moví y esforcé violentamente para intentar que Rafa me dejase en paz de una vez. Esto ya no era light. Cierto que estaba completamente vestida y que no me había desnudado absolutamente nada, pero aún así era una humillación intolerable.

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