El diario de Noa: Capítulo 155º

Encima, a pesar de mis forcejeos y de luchar por liberarme, a Rafa eso no pareció importarle en absoluto, pues solo pensaba en esos momentos en sí mismo y en su puto pene, en proporcionarse placer y en sentir el morbo que le daba el pajearse encima de mí. Yo por mucho que me esforcé, me moví y luché no conseguí nada, al fin y al cabo él tenía ya 19 años y yo solo 17, aparte de que era mucho más alto y fuerte que yo. Finalmente lo que tenía que pasar acabó ocurriendo y es que de tanto pajearse a ese ritmo frenético y endiablado acabó corriéndose encima de mí. Casi todo el semen cayó encima de mi camisa pero un poco me llegó a mi barbilla e incluso hasta mis labios. Fue el momento más repulsivo, asqueroso, humillante, denigrante y repugnante de mi vida.

Yo solo cerré los ojos y me obligué a no pensar en ello. Me obligué a no aceptar lo que acababa de ocurrir y me obligué a borrar de mi mente el hecho atroz que acababa de pasar. Nada más correrse, Rafa se desplomó a mi lado en la cama, me desató del cabecero y solo dijo: “joder, ha estado genial, que pasada, que morbo más flipante”. A pesar de que yo estaba totalmente extenuada, agotada y debilitada por todo lo que acababa de vivir, saqué fuerzas de mi orgullo herido y le grité: “lárgate de mi casa”. A los dos segundos le volví a gritar mucho más fuerte “lárgate de mi casa de una puta vez”. Y una tercera vez vociferé: “lárgate ya”. Fue tan grande el grito que le pegué que se levantó de un salto totalmente aterrorizado y asustado. Se quedó petrificado. Me incorporé y le miré con todo el odio del mundo, nunca he mirado con más odio y desprecio en mi vida y le volví a decir en un tono de amenaza: “largo, ya mismo”. No hizo falta que se lo repitiera más veces. Pues la mezcla de odio y gritos fue suficiente para que se vistiera a toda leche y saliera de mi casa a toda velocidad. Segundos después de eso me acabé quebrando totalmente y me puse a llorar sin parar. Ese hijo de puta me había humillado y denigrado más que nunca. Nunca más volvería a verle ni hablarle. Para mí había muerto para siempre y vaya que sí yo iba a cumplir mi promesa.

Con un gran asco y repugnancia me quité la camisa y la metí a la lavadora junto a otra ropa que tenía pendiente por lavar. Seguidamente me metí en la ducha. Necesitaba calmarme. Necesitaba tranquilizarme. Y sabía muy bien que una ducha relajante era justo lo que necesitaba. No podría decir cuánto tiempo me tiré bajo el agua pero seguro que fue más de 45 minutos, porque quise eternizar el tiempo que estuve bajo el agua caliente ya que eso me ayudó a relajarme y sosegarme. Durante todo ese intervalo de tiempo estuve pensando en todo lo que había ocurrido en la habitación. Incluso hasta en un determinado momento justifiqué el comportamiento de Rafa. Me decía a mi misma que la idea de la fantasía fue de ambos y que ambos la llevamos a cabo con el consentimiento del otro. Pero eso no justificaba bajo ningún concepto su conducta y forma de proceder hasta los extremos de masturbarse encima mía. Eso era intolerable del todo. Imperdonable. No hay posibilidad ninguna de perdón. Ninguna. Era el fin para siempre. Me seguía sintiendo ultrajada, humillada e insultada. Mi orgullo estaba más herido que nunca y me juré a mi misma que jamás volvería a tener así de herido y dañado el orgullo. Ese tiempo bajo la ducha fue como una catarsis de liberación de estrés y agobio. Y, al salir del cuarto de baño, me sentí como nueva y con el orgullo recuperado. Mi miré, con el albornoz puesto, ante el espejo de mi habitación y me juré que pasaría página a lo ocurrido ese día y que seguiría con mi vida, no dejando que esto me afectase para nada. Ante mí se abría por fin un nuevo mundo de posibilidades lejos de Rafa. La etapa de Rafa por fin se cerró y se concluyó para siempre. Puede que solo siguiera teniendo 17 años pero me sentí más madura, adulta y seria que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario